Revista de filosofía

Proceso de singularización, a riesgo de lo irreversible

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Resumen:[1]

Antígona y Guattari, más allá de las diferencias irreductibles comparten una misma situación o experiencia límite: la absoluta singularidad. Aquí se busca ubicar ciertas intensidades que a partir de sus procesos y convicciones han producido acontecimientos, y ejercicios de libertad. Cierta espiritualidad anima tanto los actos de Antígona como de Guattari, pues se trata de un mismo ejercicio de des-obediencia que los constituyen en nombres de eventos que trazan una geografía humana. Este ensayo aborda algunos aspectos de dicha interpelación.

Palabras claves: Antígona, Guattari, singularidad, singularización, capitalismo integrado, psicoanálisis.

 

Abstract:

Antigone and Guattari, beyond the irreducible differences, share the same situation or extreme experience: the absolute singularity. Here we seek to locate certain intensities that, from their processes and convictions, have produced events and exercises of freedom. Certain spirituality animates both the acts of Antigone and Guattari, since it is the same exercise of dis-obedience that constitutes them in names of events that trace a human geography. This essay addresses some perspectives or nuances of such a question.

Keywords: Antígona, Guattari, singularization, integrated capitalism, psychoanalysis.

 

 

En el zoo humano

En principio comenzaría por Antígona, la pequeña, la frágil Antígona, obstinada, ¿rebelde? ¿Es acaso obediente o desobediente? Ella pondrá a prueba a su tío Creón, se le enfrentará y esa audacia la llevará a la muerte, pero también a la inmortalización del gesto que le dará su esencia inmutable. Pero en relación con su historia, pura creación del teatro, podemos preguntarnos: cada singularización, cuando acontece: ¿no produce conjuntamente un irreversible?

Dejándome guiar por Frédéric Gros en su libro Désobeir voy a señalar que la mayoría de los textos mitológicos evocan a la joven mujer como la hija de Edipo, sin agregar muchas más precisiones.[2] Es Esquilo (Los siete contra Tebas), Eurípides y Sófocles -sobre todo- quienes le brindarán su conocida consistencia. Es para ellos la heroína de la desobediencia. Breve historia: Sófocles escribe su Antígona en –441, diez años antes de Edipo Rey. Es interesante señalar junto a Gros, que la tragedia de su padre tendrá lugar cronológicamente después de la tragedia de la hija y sus hermanos (Eteocles y Polinice). La muerte de los hijos puede ocurrir antes del nacimiento de sus padres, señalando esto que en Occidente los hijos nacen muertos si pretenden singularizarse. Quiero con esto decir que su sublevamiento no está en las posibilidades, un rotundo ¡No! a ese proceso de “inigualdad”, una moralización explícita que, como mensaje emite la tragedia. También quiero señalar con esta inigualdad que el hecho de ser diferente en el universo niños/hijos pone en riesgo la propia vida. Modernamente será Foucault quien aportará un nombre: el Anomal para distinguirlo del Anormal.

SÓFOCLES

SÓFOCLES

No pretendo para este escrito una nueva relectura de Antígona, ni internarme en sus avatares y contradicciones entre las leyes que rigen a los hombres, sean estas de los dioses o de los hombres de estado. Me interesa señalar aquello que pude extraer de mi lectura de Guattari, junto a un trabajo imposible que me propuse: extraer al mismísimo Pierre Félix Guattari del agenciamiento que en cierta medida lo “construyó”. Singularizarlo y extraerlo de “entre” Jean Oury y Gilles Deleuze (“entre” otros), los menciono solo por señalar a quienes tuvieron más peso en ese “conjunto-máquina” donde los flujos de Guattari se expresaban.

JEAN OURY

JEAN OURY

Tampoco es intención comparar a Antígona con Guattari, sino más bien señalar, o aún mejor ubicar ciertas intensidades que a partir de sus procesos y convicciones han producido acontecimientos, y por qué no decirlo, ejercieron su libertad. En todo caso se trata de visiones cruzadas que permiten saltar disyunciones. Al producir sus singularidades produjeron sus vidas. Una cierta espiritualidad anima sus actos, Antígona, Guattari y tantos otros, son los nombres de intensidades que se salieron de cierto formato estándar en un ejercicio de des-obediencia que los constituyen en nombres de eventos que de cierta manera trazan una geografía humana, no una historia.

Reconozco que no tengo el arte de escribir, me gustan las palabras cuando vuelan, y me es difícil posarlas en un renglón, alinearlas de tal manera que expresen aquello que se quiere decir, me cuesta someterme a la gramática, a la ortografía. Me excuso por anticipado por las dificultades en que pondré al lector y espero que al final de este texto se justifique su esfuerzo.

Para continuar, quiero señalar que, así como decía la débil y pequeña Antígona, podría decirse algo parecido de Félix un cierto estado de precariedad que como correlato se hace fuerte en su manifestación existencial. Un apetito por encontrar nuevos modos, por fuera de lo preestablecido. Guattari tiene solo quince años cuando conoce a Jean Oury, poco tiempo después Félix contará que ha sido Oury quien lo llamó para colaborar en la clínica psiquiátrica de la Borde, Guattari ya tenía 21 años (eran los años 50, tiempos de posguerra). Para pintar un poco el color de esos días mencionaré un encuentro anterior, el de François Tosquelles, sobreviviente de la guerra de España, militante marxista. Es él quien inicia a Jean Oury en una revolución de la psiquiatría, es en este contexto donde se produce este encuentro, nos contará Félix:

Trabajo en la clínica de la Borde; fui invitado a colaborar de esta experiencia por mi amigo Jean Oury quien es el fundador y principal impulsor, el castillo de la Borde está situado a 15 km al sur de Blois en la comuna de Cour-Cheverny. Es entonces que tomé conocimiento de la psicosis y el impacto que podía tener sobre ella el trabajo institucional. Estos dos aspectos están profundamente ligados, porque la psicosis, en los sistemas carcelarios actuales, muestra sus trazos esencialmente marcados o desfigurados. Solo cuando se desarrolla alrededor de ella una vida colectiva en el seno de instituciones apropiadas es donde ella puede mostrar su verdadero rostro, rostro que no es el de la extrañeza y la violencia, como se cree a menudo, sino el de una relación al mundo diferente; los psicóticos objetos de un sistema de custodia casi animal alcanzan necesariamente una altura brutal, girando en ronda todo el día, golpeándose la cabeza contra los muros, gritando, peleándose, descomponiéndose entre la mugre y los excrementos. Estos enfermos, cuya aprehensión y relación con el mundo son perturbadas, pierden poco a poco, en ese contexto, sus características humanas, volviéndose sordos y ciegos a toda comunicación humana.[3]

JEAN OURY

JEAN OURY

Esta cita extensa muestra el punto donde la precariedad existencial de Guattari se transforma, se encauza, se decide como Antígona, a morir viviendo eso. Sigue Guattari: Comencé a frecuentar a Jean Oury a principios de los años cincuenta. Él había aprendido su oficio de psiquiatra al lado de François Tosquelles, en Saint -Alban, donde se produjo después de la guerra, una verdadera revolución interna a través de la lucha por la supervivencia colectiva, una apertura al exterior, la introducción de métodos de grupo, de talleres, de psicoterapia. Antes del encuentro con Jean Oury, creía que la locura encarnaba una suerte de reverso del mundo, extraña, inquietante y fascinante. Es en el estilo de vida comunitario, que, por entonces era el de la clínica Laborde, que los enfermos me aparecían bajo otro ángulo: familiares, amigables, humanos, dispuestos a participar de la vida colectiva en todas las ocasiones donde ello era posible”.[4]

FRANÇOIS TOSQUELLES

FRANÇOIS TOSQUELLES

Hay que señalar que Oury y Tosquelles no son los únicos en realizar esta revolución. No obstante, ellos encontraron en la precariedad un principio de trabajo, incluso un principio de vida mismo, ya que, si esa precariedad puede desarrollarse y desplegarse en una nueva subjetividad, se verá que no va de suyo, es algo a conquistar, que no obstante es posible. Se debe adquirir la vida para vivirla.

Somos producto, somos producidos, somos sujetos de aparatos de fabricación: religión, familia, escuela, trabajo, publicidad, los medios, y podríamos seguir. Nos alojan en la jaula respectiva en este zoológico en que lo humano y todo aquello que toca se despliega, o quizá sería mejor decir se repliega, involuciona en lo que habitualmente se denomina evolución.

Y quizás este sea el punto; los locos muestran en sus producciones el ambiente en el que están, son de alguna forma intérpretes de lo social y material cotidiano. Insisto entonces en que al interpretar no se limitan a la locura, sino que muestran nuestra locura “normal” la terrible normopatía.

FRANÇOIS TOSQUELLES

FRANÇOIS TOSQUELLES

 

Libertad condicionada para cambiar de jaula o libertad para salir del zoo

El principio de la tragedia de Antígona radica en su decisión de enterrar a su hermano, cumplir los ritos, entonces permitirle a éste apaciguarse en el país de los muertos. También permitirle escapar de la cárcel en la que su cuerpo quedó fijado a partir de la interdicción impuesta por Creón. En dos oportunidades, Antígona roba el cuerpo de su hermano delante de las narices de los soldados, por dos veces ejecuta el acto proscripto, prohibido por las leyes humanas, sostenidas estas por las costumbres de obedecer. El que manda y el que obedece.

Insistir en cruzar a Antígona con Félix Guattari, puede ser un gesto de necedad, lo acepto. Un personaje salido de la mitología y de las cabezas de los trágicos…parecería ser imposible cruzarlo, compararla, con un simple hombre como Félix Guattari. Sin embargo, me interesa una visión cruzada, casi como un método de construcción que permita arribar a una síntesis disyuntiva. Continuaré con una pregunta formulada por Jean Oury cuando escribe a causa de la muerte de Félix Guattari en la clínica Laborde, ocurrida durante la noche del 28 al 29 de agosto, cito:

“Para Félix, postscriptum de Jean Oury :

Entonces, Félix, ¿“filósofo”? ¿“psicoanalista”?… ¿Qué puede querer decir eso? Antes que nada, fue una fuerza, una voluntad de entrenamiento, de reagrupamiento… todo un mundo de intercambios, de iniciativas, de tomar partido. Y el trabajo minucioso, riguroso, junto a Gilles Deleuze, hasta ese día del 29 de agosto en el que debían reencontrarse”.[5]

Una voluntad sin identidad, aunque con nombre, una fuerza de ir más allá, que pone de manifiesto la dificultad de lo vivo para encapsularse, el yo puede obedecer, pero ¿el ser es uno o es múltiple? Y ¿que implica?, ¿qué significa? desobedecer. Es este el punto que me parece de interés. ¿De dónde sale esa fuerza? Esta pregunta me interesa porque es con ella que un análisis puede generar cambios. Cambios que serán insuficientes sin un socius que pueda recibir esos cambios. Cambios que deberán acompañarse en lo social y desde lo social.

 

Por el lado del Psicoanálisis

El psicoanálisis nace durante los finales del siglo XIX, su fuerza de origen radicaba en liberar la conciencia aplastada por las consignas superyoicas que, para instalarse, debían reprimir los flujos, ubicarlos, reubicarlos, codificarlos, apaciguarlos, sobre-codificarlos, volver-nos humanos, demasiado humanos.

SIGMUND FREUD

SIGMUND FREUD

El gesto de Freud de volver público lo que se escuchaba en privado, de denunciar y tomar a su cargo lo que sus histéricas gritaban con sus síntomas; esa fue su empresa. La ciencia no comprende los flujos, las intensidades, la erótica, la vida. Es como la sociedad, tolera, pero sólo si se hace entre cuatro paredes. Pero hay quienes no toleran ser tolerados… No hay relación sexual –dirá Lacan. Agreguemos que tampoco hay relación social. En cada jaula una suerte de libertad condicionada, en cada yo una suerte de soledad en compañía. Es Freud un hombre libre que se dirige a su paciente en tanto que hombre libre, se dirige a su libertad tanto la de él como la de su paciente, y ese gesto no es sin consecuencias.

Descubro al escribir esto que se agregó otro personaje, otra identidad, Sigmund Freud: otro rebelde. Rebelde porque quiere contar lo que significa, testimoniar su experiencia, y entonces no cede en su denuncia. Hace público lo que debe permanecer en privado. Pero aún más, estimula a quien lo consulta.

Vuelvo a Antígona, su verdadero delito es el desafío público: Creón le pregunta si ella reconoce la “paternidad” de su acto. Esa desobediencia pública, introduce a Antígona, la pequeña fascista, en términos de Jacques Lacan, en su propia tumba, se mete ella sola por su insistencia. El psicoanálisis con el tiempo fue perdiendo su fuerza, su carácter sublevado, el haber nacido en el seno de las ciencias hipoteca en el origen su propia capacidad de desafiar y de transgredir, fue necesario que intervenga un nuevo personaje: Lacan. Pero me pregunto ¿alcanza? Lo que se gana por un lado se puede perder por el otro. Junto a Lacan nacieron los lacanianos y sus nuevos decretos con forma de matemas, constituidos en un requisito para ser un buen lacaniano, pero eso es harina para otro escrito. Con el tiempo, uno se pregunta si se trata de hacer consiente lo inconsciente o hacer inconsciente lo consiente. Es justamente desconectándose de la conciencia que uno se puede conectar con la vida.

 

¿Tolerar el zoo o salir de él?

– “Creón: ¿Conocías las interdicciones que había en los edictos decretados?

-Antígona: ¿Y de qué otra manera? Los edictos eran bastante claros.

-Creón: ¿Y tuviste la audacia de transgredir mis leyes?

-Antígona: Ni el mismísimo Zeus jamás hubiera decretado cosas parecidas, ni siquiera la justicia, que se ubica en un escalón menos que los dioses. Esas leyes no se pueden dar a compartir a los hombres. Y no sabría creer que tus edictos tengan la suficiente fuerza para autorizar a un mortal a sobrepasar las leyes no escritas y definitivas de los dioses, ellos no son de hoy ni de ayer, aquellos de quienes no conocemos su origen. Ningún miedo por ningún hombre me hará obligar a exponerme a la justicia de los dioses por haber violado sus leyes.

Entonces: ¿morir?, ¿Por qué no?”.[6]

Más allá de los conocidos estudios en relación con la legalidad y la legitimidad, si Antígona obedece al desobedecer obedeciendo otras leyes, es dable destacar que el efecto de su desobediencia-obediencia a una instancia superior, divina, es la implantación de una transversalidad de facto-como efecto-, una caída de la jerarquización-no de las diferencias- en el terreno humano. Independientemente de poder objetarse que la jerarquía es aún mayor por referirse Antígona a los dioses, en el terreno de la obediencia a la ley de los humanos, a la legalidad de una ley y a toda una formatización que pasa a perder vigor cuando alguien comete la “audacia”, no sólo de cuestionar sino directamente ignorar ese decreto. Decreto cuyo valor está dado porque es del rey de quién emana, y en ese sentido hace acto. Reedición edípica de la palabra de un padre cuyo valor no puede ser cuestionado, menos aún ignorado. A riesgo de muerte… se dirá que la sublevación de Antígona no es por capricho ni por locura sino por convicción. También podrá objetarse que hoy en día los padres están, a decir de Paul Claudel, “humillados”, pero sólo por haber desplazado la autoridad a los pedagogos, a los médicos y a los psicólogos, hoy no son los padres los que se hacen cargo, son los que demandan que se hagan cargo de sus hijos a los “profesionales”.[7] Sin embrago hay siempre algo de locura en ir hasta el final, hay cierto método en la locura. Como si se dijera: haz tu deseo sin mirar la consecuencia, Frédéric Gros señala en el libro citado, una transgresión “pura” por parte de Antígona.

FRÉDÉRIC GROS

FRÉDÉRIC GROS

Las diferencias existen, pero eso no deviene en jerarquía y la jerarquía no es autoridad, aunque la autoridad necesite de la sacralidad, es a esa sacralidad a la que apunta Antígona. A esta altura deseo volver a Guattari despidiéndome de Antígona con la siguiente pregunta de Creón: “Díganme, ¿esta ella loca o busca secretamente desestabilizar mi poder?”[8]

Polo paranoico que se activa cuando el poder se cuestiona a partir de un deseo, del deseo, un flujo/s que desborda/n a su portador… es ella contra Creón, pero también ella, sola, contra el sistema de captura. Son sus multiplicidades que se liberan e indirectamente desestabilizan, se trata de un movimiento aberrante. Se vuelve salvaje, se sale de la domesticación. El deseo es un movimiento aberrante.[9] En muchas de las llamadas entrevistas clínicas el si se pregunta lo mismo, ¿está loco o me está desafiando? Lo que revela una posición de poder.

EL CLAMOR DE ANTÍGONA

EL CLAMOR DE ANTÍGONA

 

La psiquiatría y el estado

Este es un aparente giro en lo que vengo escribiendo, ¿qué hace acá la psiquiatría? Sin embargo, quienes entramos a las preguntas de la vida por el lado del síntoma, del sufrimiento, no pensábamos de entrada que la llamada enfermedad mental pudiera estar ligada a su entorno, quizás a la familia, por supuesto, va de suyo y eso es todo… pero… ¿el sistema? Aquello que Guattari llama capitalismo mundial integrado; eso viene de suyo, el sistema nos protege, pertenecer tiene sus privilegios. ¿Cómo pensar que podría ser justo ese sistema aquello que nos oprime y enferma?

Por supuesto que no es nuevo que las bodas del estado y la ciencia o de la ciencia y la religión producen un muro casi imposible de franquear, solo basta cuestionar un poco estas instituciones para ver crecer las fuerzas defensivas, comenzar a torcerse un poco, aunque sea en detalles como las vestimentas, para comenzar a sufrir las consecuencias. Luego de las lecturas de Guattari podría afirmar que el psicoanálisis es a la familia lo que la psicoterapia institucional es a la institución. Ésta (la psicoterapia institucional) tiene como “pasta” lo institucional y su patología que ha devenido en poder. El psicoanálisis se ocupará de la familia, la sagrada familia depositaria de ese poder normativo, (señalo que habría que desacralizarla, pero no destruirla, no se trata de eso). La noción de superyó como heredero del complejo de Edipo ilustra convenientemente esta situación. Sin embargo, debería señalarse que ningún psicoanálisis podrá ser liberador si no se continúa en una política, política del ser. El acto psicoanalítico dentro de cuatro paredes está condenado a ser nada.

JEAN ALLOUCH

JEAN ALLOUCH

En su libro La scène lacanienne et son cercle magique. Des fous se soulevènt ( La escena lacaniana y su círculo Mágico, los locos se levantan) Allouch señala: “El momento en el que Jacques Lacan ingresa a la psiquiatría es aquel en el que, luego de un período de transición (primer tercio del siglo XX) la psiquiatría se encontraba efectuando un giro como pocos en su historia. De ellos uno permaneció: el recurso a la estadística elegido en 1952 por el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”.[10] Allouch señala, sugiriéndolo con un subtítulo de Etienne Trillat: Nouvelle Histoire de la psychiatrie, la contribución a la nueva historia de la psiquiatría, “El fin del alienismo y el nacimiento de la psiquiatría”, este subtitulo dice en pocas palabras lo que fue ese giro. Para dar mayor consistencia agregaría con François de La Rochefoucauld que: “No puedo aceptar el pensamiento de ser liberado por otro que no sea yo mismo”. Pero para esto se necesita crear las condiciones de creación y no de represión, siendo condición la caída de las jerarquizaciones sacralizadas.

FRANÇOIS DE LA ROCHEFOUCAULD

FRANÇOIS DE LA ROCHEFOUCAULD

Podríamos decir que es la ciencia en su totalidad la que es abusiva, y en cierta manera todos aquellos que la desafían, una suerte de Antígona del deseo. También podríamos agregar que Félix desafía no solo a una institución, desafía la noción misma de institución, verdadero dispositivo de dominación. Paradoja: llamará psicoterapia institucional (Tosquelles) lo que tendrá como pasta a modelar. Es la institución toda la que será puesta en cuestión. Hecha esta transversalización, será la institución entonces, la que cure a condición de des-jerarquizarse. Al mismo tiempo que será la institución aquello que se utilizará para producir esos procesos de re-singularización. Se construirá a partir de una transversalidad, una máquina institucional nueva, transversal, donde las diferencias se potenciarán sin producir una alteridad que desestabilice o que sea necesario desestabilizar. Agregaré lo señalado por François Tosquelles, es necesario dejar de ser burgués para ser psiquiatra, también para ser psicoanalista, se trata de una nueva política de la locura, y entonces de la Razón, como sucede siempre, se verifica que la política está antes del ser.[11]

FRANÇOIS TOSQUELLES

FRANÇOIS TOSQUELLES

Es el tremendo peso del estado el que gravita sobre las instituciones vivientes y creativas, vaciándolas de espontaneidad y creación. Peso que produce subjetividades sujetas, sujetadas, que, aunque resistan, lo hacen al precio de la depresión.

 

Una nueva relación con el mundo

Es para Guattari algo esencial, el otro rostro de la locura, aquello que muestra, con lo que él dialoga, no sólo otro mundo sino también otro cuerpo, un nuevo conjunto de cuerpos, de segmentos sociales, que serían el objeto de una verdadera “revolución molecular”.[12] Se trata de un estado de re-invención permanente y absolutamente necesario para salir del círculo de las significaciones, construir nuevos espacios de libertad, el otro como posibilidad de desalienación. Todo indica que se habría avanzado hacia el lado equivocado.

Ciertamente el psicoanálisis plantea antes que nada una cura, cura que en términos bien precisos no es la de la medicina, es antes que nada un proceso de desintoxicación. Esto plantea entonces ¿de qué estamos intoxicados?, ¿cuál es el veneno?, ¿de qué es síntoma el YO? Algo de estas líneas pretende esclarecerlo.

En las prácticas analíticas y en las prácticas sociales Guattari toma el desafío: “El psicoanálisis permanece afectado por una tara de origen que consiste en el hecho de que nació bajo la égida de un paradigma cientificista. Freud y sus sucesores quisieron presentarse como sabios que descubrieron las estructuras universales de la psique, la verdad es que ellos han inventado el inconsciente y sus complejos como, en otras épocas, grandes visionarios inventaron las nuevas religiones, nuevas maneras de vivir el mundo y las relaciones sociales. No es cuestión de desvalorizar la invención psicoanalítica, sino hacerla pasar por la égida de un paradigma estético. La cura no es una obra de arte sin embargo debe proceder con la misma clase de creatividad. La interpretación no provee las llaves estándar para resolver los problemas generales sostenidos sobre lo que Lacan ha llamado los matemas del inconsciente, pero debe hacer acontecimiento, marcar una bifurcación irreversible de la producción de subjetividad, en pocas palabras, es del orden de la performance en el sentido que ese término ha tomado en el campo de la poesía contemporánea”.[13]

De este modo Félix Guattari se auxilia para salir del paradigma científico e ingresar a un nuevo universo de referencia. Por mi parte confieso que no me gusta la noción de paradigma, y en un cierto sentido, me parece una contradicción hablar de paradigma artístico; casi un oxímoron. Arte es en algún sentido desorden… una lucha contra los dogmatismos imperantes, desanudarse de los discursos amos característicos. El paradigma sugiere orden, matriz disciplinaria y de alguna manera cierta legitimidad acorde al sistema. Desobedecer, no es únicamente apelar a una legitimidad superior, por ejemplo, el deseo, afirmar la obediencia a otras leyes, es cuestionar el principio mismo de legitimidad. En la desobediencia puede entrar una parte de transgresión pura; ese es el brillo, el resplandor de Antígona. En la desobediencia uno puede desprenderse de la demanda para escuchar algo del deseo. ¿Con qué derecho el capitalismo llena nuestras cabezas con imágenes, pensamientos, moral, costumbres, etc.?

Por tanto, pasando por la desobediencia se encuentra un fundamento de lo que veremos más adelante y siguiendo a Foucault tomará el nombre de espiritualidad. Félix Guattari acuña la noción de fabricación de sujetos, haciendo un listado de los equipamientos técnicos de construcción de esas subjetividades cautivas, formateadoras de su sujeción. No obstante, debe señalarse que “el sistema” no logra su cometido a partir de su propia fuerza. Lo consigue con la fuerza de los propios condenados que a partir de esa formatización toman como propia la demanda de pertenecer, haciendo hasta lo imposible por pertenecer al yugo que los ahorca, pero al mismo tiempo les brinda una identidad “estable”, premio consuelo.

Entonces, junto a Guattari señalaré que es todo lo social lo que debería ser el objeto de una verdadera revolución molecular, es decir una verdadera re-invención permanente: “No propongo en absoluto generalizar la experiencia de La Borde al conjunto de la sociedad, ningún modelo puede ser traspasable, sin embargo, me parece que la subjetividad, en todos los pisos del socius, hay que considerarlo, no va de suyo.” La Boétie ha señalado esta rara idea de la servidumbre voluntaria y siguiendo esa idea Fréderic Gros sostiene: “Para ilustrar este estilo de obediencia, tenemos la figura, frágil pero insistente, del niño: evidencia, aunque también pasaje del límite. El pensamiento político, subrepticiamente pero sistemáticamente, gusta encontrar en la relación parental la encarnación de la relación con la autoridad. ¿Por qué? Porque no hay nada tan naturalmente legítimo, nada más intuitivamente fundado como la obediencia del niño a sus padres, cuidadosos de su educación y su bienestar. Obediencia natural, anclada en esa comunidad inmanente, diríamos casi biológicamente constituida, de la familia”.[14]

ÉTIENNE DE LA BOÉTIE

ÉTIENNE DE LA BOÉTIE

Es por esto por lo que La Boétie dice, con provocación, que aquello que caracteriza a la libertad, es que es necesario desearla para obtenerla. Ser libre, es esencialmente querer ser libre, es una cierta libertad de querer ser otro de lo que uno es.[15] Deseo finalizar con Michel Foucault, particularmente acerca de sus opiniones en relación con la revolución iraní, opiniones muy controvertidas pero que son de una absoluta actualidad. El 8 de febrero de 2018, el periódico L´Observateur publica un dossier inédito de una entrevista efectuada al autor de Las palabras y las cosas, el 16 de octubre de 1978:

Periodista: “¿Lo que observó en Irán le pareció una hipótesis generalizable para la actualidad de nuestros días, la religión deviniendo en ciertas circunstancias un espacio de disidencia, de resistencia al Estado? Michel Foucault: “Es una buena pregunta, ya que ella me permite introducir una distinción que era, para mí, bastante clara, pero que yo no esclarecí, sin dudas, lo suficiente a los lectores. Cuando hablo de espiritualidad no hablo de religión, es decir que es bien necesario distinguir espiritualidad y religión. Estoy estupefacto de ver que espiritualidad, espiritualismo y religión constituyen en el espíritu de la gente una remarcable ensalada, una “mermelada”, ¡una confusión imposible! La espiritualidad es algo que usted puede encontrar en la religión, pero también fuera de ella, que se puede encontrar en el budismo, religión sin teología, en los monoteísmos, pero también se la encuentra en la civilización griega. Entonces, la espiritualidad no está ligada necesariamente con la religión, si bien la mayor parte de las religiones comportan una dimensión de espiritualidad. ¿Qué es la espiritualidad? Es, pienso, esa práctica por la que el hombre queda desplazado, transformado, perturbado, hasta el punto de un renunciamiento de su propia individualidad, de su propia posición de sujeto. No ser más, no estar sujetado hasta ese presente, sujeto en relación con un poder político, sino sujeto de un saber, sujeto de una experiencia, también de una creencia… de hecho las religiones producen una codificación de la espiritualidad. Todas las grandes agitaciones políticas, sociales, y culturales, no hubieran podido ocurrir en la historia sino a partir de un movimiento que estuviera fuera de la espiritualidad. Voy a referirme a cosas personales. En el fondo quedé sorprendido de que estemos sorprendidos, porque yo me nutrí enteramente de Blanchot y de Bataille. Ellos fueron realmente mis maestros. Puedo decir que fue para mí una especie de punto de ruptura, en ese ambiente del tiempo de mi juventud, fue con seguridad la lectura de Sartre sobre Bataille. Me pareció que había allí en esa incomprensión de Sartre con respecto a Bataille alguna clase que constituía para mí la razón de una ruptura irreparable, y finalmente la indicación de algo que sería sin dudas esencial a nuestra época. En efecto, lo que es esencial para la filosofía, para la política, finalmente para todo hombre, es claramente lo que Bataille llamaba la experiencia, es decir algo que no es la afirmación del sujeto en la continuidad fundadora de su proyecto. Es, más bien, aquello que pasa en esa ruptura y el riesgo por el que el sujeto acepta su propia transmutación, transformación, abolición, de su relación con las cosas, con los otros, con la verdad, con la muerte, etc. Yo, yo no he hecho otra cosa que describir esa experiencia.[16]

Por mi parte no puedo más que agregar que la noción de espiritualidad en tanto que ejercicio es una práctica destinada a operar un cambio radical del ser. Así fue concebida en la antigüedad y si bien es claro que no pueden transportarse ideas o conceptos de otras culturas, sin embargo, la fuerza que se produce en esa espiritualidad es para mí importante, ya que es esta la fuerza que compele a la acción, que despierta.

Basta de esperar, hacer, ¡practicar! Es necesario practicar el levantamiento, quiero decir practicar el rechazo del estatus de sujeto en el que uno se encuentra, rechazar su propia identidad, rechazar lo que se es, es la primera condición para rechazar el mundo y pasar a la reinvención. En este sentido extraigo de Mil mesetas, ese agenciamiento maquinal de escritura, y propongo el siguiente párrafo que diagramatiza la prisión en la que se está alojado:

 

Mil mesetas, Capitalismo y Esquizofrenia

Transcribo lo que sigue por ser una fórmula que me parece precisa la cuestión con cierta espiritualidad:

“La verdadera diferencia no es entre la desobediencia colectiva (desobediencia civil) y la insubordinación individual (objeción de conciencia), está entre una desobediencia pasiva que solo hace que uno cambie de amo y una desobediencia activa que toma como punto de partida la reforma interior, la exigencia crítica. Descubrirse irremplazable cuando se trata de servir a los otros, defender el sentido de lo justo y la dignidad de los excluidos, hacer la experiencia de lo in-delegable, es esto entrar en disidencia cívica. Y la disidencia cívica es esa postura ética, en cada uno, desde esa desobediencia civil, como composición de potencias, se autentifica y desalienta por anticipado todo relato político. Somos irreemplazables fundamentalmente para los otros, sin embargo, es necesario entender bien el sentido de este “para”. La idea no es que nuestros amigos nos quieran en nuestra singularidad única, de tal manera que no podríamos jamás ser reemplazados en su corazón, etc.; sino que desarrolla el principio de esa desobediencia la experiencia vivida de ser irremplazable para los otros y frente a sí. Es estar tomado por la imposibilidad de liberarse de la tarea y delegarla a un otro imaginario, y por el sentimiento urgente de sacudir la inercia, descubrirse solidario y finalmente sublevarse. “¿Si no soy para mí, quien lo será en mi lugar? escribía Thoreau. Es necesario completar: ser tú mismo, pero para los otros, responder a este llamado, pero de inmediato. Ya hace siglos, Hillel Hazaken ha dado la fórmula completa: “¿Si no soy yo, quien lo será? ¿Si soy solo para mí, qué soy? ¿Y si no es ahora, cuándo?”[17]

En esta mezcla de psicoanálisis y espiritualidad invitaré a Jacques Lacan quien, citándose a sí mismo, dice el 22 de octubre de 1967 durante el cierre de jornadas de L´École Freudienne sobre las psicosis:

JACQUES LACAN

JACQUES LACAN

“Lejos de que la locura sea la falla contingente de las fragilidades de su organismo, ella es la virtualidad permanente de una falla abierta en su esencia. Lejos de que ella sea para la libertad un insulto (como lo enuncia H. Ey), ella es su más fiel compañera, sigue su movimiento como una sombra. Y el ser del hombre no solo no puede ser comprendido sin la locura, sino que no sería el del hombre, si no llevara en sí la locura como el límite de su libertad”.[18]

Para finalizar este trabajo arrojaré al modo de William S. Burroughs (Cut-up) estas líneas que condensan, si esto fuera posible, una porción de un pensamiento, el de Félix Pierre Guattari:

 

 

La revolución molecular. Telegrama Máquina

Diecinueve líneas máquina

Sentido único sin sentido /feedback máquinas técnicas -arte-socius sistemas semióticos/máquinas cada vez más desterritorializadas / liquidación universales, significante etc. / máquinas abstractas=cristalización de potencialidades, bailando mudas por debajo coordenadas tiempo, espacio, substancia de expresión, materia intensiva / abolición puntos fijos trascendentes históricos / in variantes provisorias tejidas sobre film maquínico / agenciamientos colectivos / ruptura de la enunciación individual / sujeto responsable- culpable afuera / spliting del yo, falta, falo, complejos estructuralizados lingüísticos, traductibilidad universal, fuera, fuera, fuera… significación siempre asunto de poder / significaciones dominantes/ gramaticalidad dominante / especialistas en interpretación = policías del significante / lado deseo=fuerza-rizoma/ lado poder = agujero negro, arborescente, jerarquizado, maniqueísmo de valores /  respecto al fin= devenir animal, planta, cosmos, / devenir mujer, niño =deshacer estratificaciones del poder / rizoma, múltiples entradas =máquinas técnicas, arte, socius, sistemas semióticos- sentido único sin sentido/ mutaciones máquinas abstractas, plan de consistencia maquínico, estratos/ representación – producción- signo -cosa- socius-, fuera / ruptura oposición sujeto-objeto / semiotización abierta / agenciamientos maquínicos / proceso colectivo de enunciación-producción /  afuera sujeto trascendental / multiplicidades / intensidades desterritorializadas/

 

Bibliografía

  1. Allouch, Jean, La scène lacanienne et son cercle magique. Des fous se soulevènt, Essais Epel, Paris, 2017.
  2. De La Boétie, Étienne, Discours de la servitude volontaire, Flammarion, Paris, 1983.
  3. Deleuze-Guattari, Mille Plateaux – Capitalisme et schizophrénie 2, Les Éditions de Minuit (Coll. «Critique »), 1980, Paris, pp. 119-120.
  4. Foucault, Michel, “Entretien” Journal L´Óbservateur, 2779-08/02/2018.
  5. Gros, Frédéric. Désobéir, Éditions Albin Michel/Flammarion, Paris, 2017.
  6. Guattari, Félix, La Revolution Moleculaire, Les Prairies Ordinaires, Collection Essais. Paris, 2012.
  7. Guattari Félix, De Leros á La Borde, Clamecy. Editorial lignes/Imec., Paris,2012.
  8. Lapoujade, David, Deleuze, Les mouvements Aberrants, Les editions de Minuit, Paris, 2014.
  9. Paul Claudel, La trilogie des Coûfontaine. Jean-Pierre Kempf et Jacques Petit, L’Otage, introduction, variantes et notes, Annales littéraires de l’Université de Besançon, n°194, Les Belles Lettres, Paris, 1977.
  10. Paul Claudel, Le Pain dur, introduction, variantes et notes, Annales littéraires de l’Université de Besançon, n°170, Les Belles Lettres, Paris, 1975.
  11. Tosquelles, François, Una política de la Locura. Revue “Chiméres”, Automme 1991, n° 19.

 

Notas

[1] Establecimiento y corrección del texto en español de Stella Ocampo.
[2] Frédéric Gros, Désobéir, ed., cit.
[3] Félix Guattari, De Leros á La Borde, ed., cit., pp. 60-61.
[4] Íbidem.
[5] Frédéric Gros, Desobeir, op. cit., p. 90.
[6] Ibidem.
[7] Cfr. Paul Claudel, La trilogie des Coûfontaine, ed., cit.
[8] Frèdèric Gros, op. cit., p. 90.
[9] David Lapoujade, Deleuze, Les mouvements Aberrants, ed., cit.
[10] Jean Allouch, La scène lacanienne et son cercle magique. ed., cit.
[11] François Tosquelles, Una política de la Locura, ed., cit.
[12] Félix Guattari, La Revolution Moleculaire, Paris, Les Prairies Ordinaires, collection Essais. 2012.
[13] Guattari, Félix, De Leros á La Borde, op. cit., p. 67.
[14] Gros, Frèdèric, Désobeir, op. cit., p. 176.
[15] De La Boétie, Étienne, Discours de la servitude volontaire, ed., cit.
[16] Michel Foucault, “Entretien” Journal L´Óbservateur [Traducción propia.]
[17] Frèdèric Gros, Désobeir, op. cit., 176.
[18] Extraído del libro de Allouch, Jean, La scène lacanienne et son cercle magique, op. cit., p. 21.