Revista de filosofía

Populismo y democracia

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Populismo y democracia

Jean-Luc Nancy / trad. Maria Konta

“Sin “pueblo” no hay democracia,

y sería inútil de reducir el pueblo

a una identidad”

Tribuna

El populismo y la democracia forman una pareja singular.[1] El primero recusa el desprecio que su nombre representa para la segunda, cuya hipocresía él denuncia. Se dice que la segunda es la única forma legítima de la existencia común. Ambos son soberanamente populares. Su oposición virulenta en el discurso del ambiente está igualada sólo por la indecisión que flota sobre sus respectivos sentidos. ¿De qué “pueblo” hablan juntos y por separado?

El populus latino y el démos griego, a pesar de las diferencias importantes que a veces se han traducido la una la otra, tienen un atributo en común: se trata del conjunto de todos aquellos que pertenecen a una colectividad organizada como una realidad pública (res publica – esta última palabra está emparentada con populus). Considerado como totalidad, el pueblo es idéntico a la cosa pública, ella misma identificada como ciudad, nación, patria, Estado o precisamente “República”. La palabra funciona como una especie de tautología de pertenencia. Considerado desde el interior de la República, el pueblo se distingue tanto de las instancias de la autoridad pública (ver la famosa fórmula senatus populusque romanus) como de la franja de la población cuya pertenencia sigue siendo dudosa: la “plebe” (otra palabra de la misma familia). Entre las distinciones internas y la identidad externa se juegan constantemente atracciones y repulsiones.

De hecho, para decirlo de manera sucinta, la identidad es la razón, no se da, uno debe concebirla e instituirla, mientras que las distinciones son el estado de las cosas: el llamado contrato social no funciona sin necesidad de gobernar y tampoco sin ataques de rechazo o disidencia. El asentimiento a la institución pública no funciona sin el disentimiento de las pasiones (ya sean de interés, de inclinación o de impulso).

Por cierto es por eso que no es un contrato, sino una contracción difícil en un proceso de alumbramiento: el pueblo debe, de hecho, producirse como una cosa pública o común (comunismo), aunque incluso en él mismo se apresura una anarquía indomable. De ambos lados, es la misma dificultad de identificarse porque es la misma legitimidad profunda que no quiere y no debe reducirse como antes.

Esto está bien conocido, esto roe y atormenta todos los pensamientos de la sociedad y de la política en cuanto que ellos no son representaciones de un orden todo dado, todo identificado: teocrático, autocrático, incluso si podemos decir “ontocrático” o nomocrático (patriotismo, nacionalismo, autonomismo). O más bien, tales representaciones se solicitan y se valoran cuando el disentimiento atraviesa el asentimiento de una manera desgarradora. Esto se produce cuando crece el resentimiento: el fracaso de la democracia da descontento, amargura y revuelta al pueblo que ya no se reconoce como pueblo. De aquí en adelante, “populismo” quiere decir “democracia vengativa de su propio fracaso”.

O, el fracaso es innegable. Pero el error es creer que es él de una democracia que había existido. De hecho, solo existía su nombre y su idea para acompañar una transformación gigantesca de las condiciones de vida de toda la población humana (y viviente en un context más extendido). Esta transformación se denomina “técnica” e incluye en sí las técnicas financieras y jurídicas, así como las técnicas mecánicas, biológicas e informáticas. Hoy en día, un estado ya seriamente implosivo o explosivo de esta transformación está afectado en todos los niveles: economía (enriquecimiento y empobrecimiento exponencial), ecología (recursos naturales excedidos), escuela (nada que enseñar sino las técnicas).

Por lo tanto, es completamente inútil buscar reemplazar un pueblo sufriendo de identidad por un pueblo falsamente identificado como vengador y reparador de su propia identidad. Es inútil oponer el resentimiento al disentimiento y pensar y encontrar un asentimiento. Una tarea mucho más exigente está propuesta a nosotros: debemos volver hacer “pueblo”, debemos repoblarnos de todas las maneras imaginables.

 

 

[1] El original en francés fue publicado en el periódico Liberation el 4 de noviembre 2018. Véanse: https://www.liberation.fr/debats/2018/11/04/populisme-et-democratie-par-jean-luc-nancy_1689861