Revista de filosofía

León Rozitchner: La servidumbre voluntaria y el problema del Superyó

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PORTADA: LEÓN ROZITCHNER

 

Resumen

En el presente trabajo nos proponemos indagar acerca de la utilización del concepto de superyó en la obra de León Rozitchner. Nuestro objetivo supone, en una primera instancia, observar la manera en que el autor argentino se nutre de la elaboración freudiana para dar cuenta de los mecanismos con los que el poder político desarrolla la colonización del campo subjetivo. Luego, intentaremos visualizar desde una perspectiva crítica las falencias que observamos en la interpretación de Rozitchner. Por último, elaboraremos algunas posibles comprensiones alternativas, para continuar pensando desde una perspectiva rozitchneriana que nos permita sortear las limitaciones observadas. Esta última labor supondrá la reinterpretación de la lectura que elabora Rozitchner respecto del complejo de Edipo y la constitución de la instancia superyoica en el aparato psíquico.

Palabras Clave: Rozitchner, subjetividad, psicoanálisis, Freud, superyó, Edipo.

 

Abstract

The present article intends to delve into the use of the Freudian concept of superego in the works of León Rozitchner. Firstly, our purpose will be to consider the way in which the Argentinean author nurtures himself from the Freudian theory so as to account for the mechanics through which the political power colonizes the subjective arena. Secondly, from a critical perspective, we will try to visualize the deficiencies observed in Rozitchner’s interpretation. Lastly, we will elaborate possible alternative visions so as to continue our elaboration with a Rozitchnerian perspective that would allow us to overcome previously mentioned limitations. This latter task will imply the reinterpretation of Rozitchner’s reading of the Oedipus complex and the developmental stage of the superego in the psychic apparatus. 

Keywords: Rozitchner, subjectivity, psychoanalysis, Freud, super-ego, Oedipus.

 

Si la obra de León Rozitchner verdaderamente tiende al infinito,[1] esta infinitud requiere una labor crítica que permita desplegarla. Quiero decir, además de la lectura atenta, del comentario interpretativo y de las múltiples conexiones que podamos establecer entre la obra del autor argentino y otros pensadores/as, la filosofía rozitchneriana solicita un gesto crítico que habilite el despliegue de la potencialidad que anida en su escritura. Señalar sus puntos ciegos, reelaborar ciertos conceptos problemáticos y desterrar algunos compromisos caros con determinadas posiciones, son algunas de las tareas que nos proponemos llevar a cabo en nuestra lectura acerca de Rozitchner. No con la intención de imputar su validez y su pertinencia para el pensamiento, sino todo lo contrario: permitirnos desde una actividad reinterpretativa, proponer una matriz de inteligibilidad rozitchneriana que se encuentre parcialmente depurada de sus inconsistencias.

En el presente trabajo nos centraremos en la incorporación del psicoanálisis freudiano que realiza el autor argentino en su filosofía política, y la utilización de estas categorías en la comprensión del vínculo inescindible que existe entre el ordenamiento social y el ámbito subjetivo. A modo de anticipo, nuestra labor crítica se centrará específicamente en la noción de “superyó” como una categoría fundamental en la elaboración rozitchneriana y, al mismo tiempo, como un concepto sumamente problemático para dar cuenta de los procesos y los mecanismos político-institucionales que atraviesan la formación del sujeto. Desde nuestra perspectiva se presenta con total evidencia una imposibilidad en Rozitchner: su comprensión acerca del vínculo entre la materialidad social y la constitución de la subjetividad no logra evitar la caída en una matriz de inteligibilidad falocéntrica (heredada del propio psicoanálisis freudiano). Es decir, si la filosofía rozitchneriana intenta, principalmente, elaborar una teoría que dé cuenta de las múltiples complicidades que establecen los sujetos con su propia servidumbre y dominación, creemos que esta elaboración presenta algunos rasgos problemáticos que impiden observar dichas complicidades por fuera de las identidades masculinas. Centrando todo su dispositivo teórico en la perspectiva freudiana, el propio Rozitchner no logra articular esta incorporación de manera crítica para evitar la caída en omisiones, olvidos e interpretaciones fallidas acerca de los modos de subjetivación operados por parte del poder político. En este sentido, la instancia superyoica obtendrá un rol protagónico en el intento de articular una dialéctica adecuada entre el campo objetivo y el ámbito subjetivo, pero al mismo tiempo este protagonismo solamente encontrará su espacio de desarrollo en la triangulación edípica desde una perspectiva etapista y masculina.

El camino a desarrollar será el siguiente: en una primera instancia, intentaremos recuperar los aspectos centrales de la elaboración de Rozitchner, verificando la utilización de las categorías freudianas por parte del autor argentino en su comprensión del devenir existencial de cada sujeto. Luego, estableceremos un segundo momento, centrado en la posibilidad de leer y remarcar en profundidad cuáles son los aspectos problemáticos que visualizamos en la filosofía rozitchneriana. Y, por último, elaboraremos una posible lectura reinterpretativa de la posición de Rozitchner, con el objetivo de saldar parcialmente los inconvenientes observados.

Nuestros análisis estarán centrados específicamente en la etapa freudomarxista del autor argentino y tendrán como principales fuentes textuales las siguientes obras: Freud y los límites del individualismo burgués (1972); Freud y el problema del poder (1982); y Perón: entre la sangre y el tiempo (1985).

 

De vencedores y de vencidos

PATRICIA GYGAX, “CARNE PREMIUM” (2008)

Como señalamos en la introducción, el objetivo principal de la filosofía rozitchneriana consiste en la posibilidad de articular una dialéctica adecuada en la comprensión del vínculo entre la materialidad social y el ámbito subjetivo. Es decir, Rozitchner intentará establecer a lo largo de toda su obra, una teoría que permita observar cuáles son los mecanismos y los dispositivos de los que se vale el poder, para producir sujetos adecuados y serviles a la lógica social del sistema de producción imperante. Desde el comienzo de sus análisis y principalmente en sus escritos de juventud, el autor argentino se esforzará por demostrar una característica central del capitalismo: éste no consiste solamente en la producción de mercancías fetichizadas, sino principalmente en la producción de subjetividades fetichistas. De esta manera, se intenta visualizar cuáles son los procesos constitutivos de cada ser humano en su devenir existencial, que arrojan como resultado el sostenimiento y la defensa de un sistema que reproduce y expande en su lógica de valorización una serie de malestares y padecimientos a la mayoría de los integrantes del cuerpo social. En este sentido, la incorporación de las elaboraciones freudianas funcionará en la obra de Rozitchner como la llave que permita abrir el cerrojo de la contradicción inmanente en la cual fue forjado cada sujeto. Aquello que el autor argentino denomina el “nido de víboras”,[2] para dar cuenta de las escisiones y las contradicciones inherentes que habitan la constitución de cada uno/a.

En su libro Freud y los límites del individualismo burgués, Rozitchner establecerá dos escisiones específicas dentro de la constitución de cada sujeto: la primera, denominada “distancia interior”, intentará comprender la colonización subjetiva por parte de la cultura en cada individuo, a través del hiato inaugurado por el ordenamiento social entre uno/a mismo/a y su campo pulsional, caracterizado por dicho ordenamiento como una fuente libidinal amenazante; la segunda, llamada “distancia exterior”, apuntará a la imposibilidad por parte de los sujetos de referirse coherentemente al sistema de producción y al marco histórico en el cual fueron forjados. En este sentido, se observa, por un lado, la manera en que la primera distancia genera una inversión específica en donde lo más propio se torna ajeno, y por el otro, la forma en que la segunda distancia absolutiza el ordenamiento social existente para relegar a los individuos a un espacio de impotencia y conformismo con el estado presente.

Quizás, uno de los aspectos más interesantes de la filosofía rozitchneriana se encuentre en la preponderancia de un espíritu explicativo en detrimento de una postura enunciativa. Es decir, aquello que torna valiosa la producción filosófica de Rozitchner es que no se ha contentado con establecer sentencias y postulados meramente enunciativos o intuitivos respecto a la aparición de la alteridad en la constitución subjetiva, sino que ha llevado a cabo un esfuerzo colosal por encontrar una teoría explicativa acerca de la forma en la cual se desarrolla este proceso de colonización del campo subjetivo por parte de la cultura. Y será en una interpretación historicista del psicoanálisis freudiano y una lectura heterodoxa del marxismo, donde Rozitchner encontrará los insumos teóricos necesarios para llevar a cabo dicha explicación, intentando poner en juego la noción de sujeto, no como un mero soporte de una trascendencia que lo constituye y se le impone (posición criticada y negada por el autor argentino), sino como un productor o verificador de las relaciones materiales en las cuales se encuentra inserto.

Ahora bien, ¿cómo se producen estas escisiones en el campo subjetivo? ¿qué eventos específicos acontecen en el desarrollo histórico-biológico de los sujetos para generar como resultado una modalidad subjetiva servil e impotente frente al sistema de producción? Rozitchner centrará su respuesta fundamentalmente en la regulación del deseo desarrollada por parte de nuestra cultura represora. El autor argentino tomará al complejo de Edipo analizado por Freud y lo ubicará como un factor privilegiado del sometimiento, en tanto comprenderá dicho complejo como un “método cultural de dominio”[3] social. El primer movimiento argumentativo, consistirá en caracterizar la niñez como una instancia conflictiva, contradictoria, donde las primeras experiencias vitales se encontrarán definidas por enfrentamientos que condicionarán la inclusión de cada sujeto en el aparato social. En este sentido, Rozitchner observa la existencia de una contradicción fundamental entre la sensibilidad y la conducta racional que la forma histórico-social solicita al individuo. El problema que nosotros observamos en esta caracterización, es que la formulación rozitchneriana de la contradicción solamente se encuentra desarrollada desde una posición que comprende exclusivamente a las identidades masculinas como los sujetos privilegiados para el análisis. Tanto en su extenso libro Freud y los límites del individualismo burgués como en desarrollos posteriores (Freud y el problema del poder o Perón, entre la sangre y el tiempo) la modalidad subjetiva analizada refiere exclusivamente a la triangulación edípica masculina para explicar la aparición de la instancia superyoica, en tanto primera formación despótica y represiva en el seno del individuo.

Nuestro objetivo consiste en mostrar cómo ese “aparato psíquico” no es sino el último extremo de la proyección e interiorización de la estructura social en lo subjetivo. Hay que mostrar al mismo tiempo la limitación de esta organización social en la subjetividad: cómo el poder despótico se interiorizó allí donde aparentemente somos el resultado inmediato y espontáneo de un mero tránsito continuo a la realidad. Debemos mostrar cómo ese poder se implantó en esta subjetividad para convertirnos en individuos adecuados a las formas dominantes, regionales o centralizadas, del Estado.[4]

Siguiendo los análisis freudianos, Rozitchner observa en la prohibición del incesto el puntapié inicial que lleva al infante masculino a fantasear un duelo a muerte con su progenitor por el deseo no compartido y no autorizado. A partir de aquí, la forma imaginaria de desarrollar el enfrentamiento con la figura paterna consiste en actualizar un mecanismo pretérito de identificación (regresión oral) en la cual el niño se torna un opresor que da muerte a la figura paterna introyectada. Esta resolución imaginaria (que no podía ser de otra manera por la correlación de fuerzas desiguales entre el adulto y el infante) posee un carácter ambivalente, ya que además de encontrarse atravesada por lazos de rivalidad, también encuentra ataduras amorosas y afectivas con la figura agredida. De esta manera, se desencadena la resurrección del padre muerto en la propia subjetividad infantil, que se traduce en la constitución de una instancia represiva interiorizada en cada sujeto, denominada superyó. Por lo tanto, se desprenden dos consecuencias de esta situación: por un lado, esta conformación subjetiva implica que la aparición de todo deseo y su consecuente tránsito hacia la satisfacción estarán atravesados tanto por la angustia de muerte, como por sentimientos culposos; por el otro, la economía libidinal de cada sujeto encontrará su regulación interna en la legalidad paterna interiorizada y, al mismo tiempo, sepultada en su propio origen. De esta manera, observamos que en la concepción rozitchneriana ser un sujeto habilitado para nuestra cultura implica una transacción imaginaria donde se renuncia al propio deseo. Se impone la ley del Otro en uno mismo, a partir de la reactualización de una estela afectiva de angustia por parte del superyó como un polo abstracto recubierto por el olvido de su génesis. Y de esta organización infantil del aparato psíquico, se vale el poder para ejercer su dominio no solamente en términos represivos, sino también en la producción de modalidades subjetivas con una específica regulación del deseo:

Es este drama, pues, que se juega en la subjetividad del niño, el que se convierte en fundamento de la conciencia, en distancia interior abierta por la presencia del otro. […] La conciencia es campo de batalla interiorizado, espacio de un enfrentamiento donde se dibuja la forma dramática de la dependencia y de la liberación: la agresión, la muerte y el arrepentimiento como fundamento de toda significación.[5]

Este proceso primario e infantil encontrará su consolidación en la dominación adulta que ejerce el sistema con su estructura institucional, que tendrá como elemento fundamental de dicha regulación el sentimiento de culpabilidad que ha dejado grabado la fantasía infantil. En la interpretación rozitchneriana, la tripartición del aparato psíquico produce una instancia yoica más próxima al superyó, en tanto forma social impersonal de dominio, y al mismo tiempo, más distante del cuerpo pulsional y su consecuente satisfacción. Así como el yo no es más que un agente mediador entre dos instancias contradictorias, sin embargo, en la interpretación de Rozitchner esta instancia es una mediación parcial, producto de la interiorización de un campo cultural represivo que encapsula el fundamento carnal de cada sujeto por considerarlo contradictorio con el sistema. El yo es un “límite residual”,[6] ya que su ordenamiento y su racionalidad provienen de una forma social externa que, olvido mediante, se experimenta como propia, natural y absoluta. Sin embargo, es importante destacar que en Rozitchner la adecuación de los individuos al sistema de producción en el cual fueron forjados no queda reducida a una lógica espontánea, en donde el sujeto es un mero residuo pasivo de la estructura, sino que es el resultado de un enfrentamiento y un espacio de disputa en donde la constitución subjetiva presenta elementos de resistencia e inscripciones fallidas en la constitución de cada individuo, que arrojan diversas modalidades de ser: adaptación, neurosis, locura o rebeldía.

Ahora bien, para el autor argentino el complejo de Edipo solo encuentra su sentido definitivo en la inclusión de una forma social e histórica específica. Esto significa que el Edipo es una forma universal inserta en una cultura relativa que define los caracteres de su desarrollo. Por lo tanto, el sentido de esta regulación que analizamos en el infante no reside exclusivamente en el núcleo familiar, sino en el análisis de la totalidad del sistema que condiciona la forma y el sentido de dicha estructura mínima. Este es el giro interpretativo que realiza Rozitchner en su discusión con el psicoanálisis tradicional (que el autor argentino caracteriza como “burgués” y “lacaniano”), puesto que su lectura considera a las figuras parentales como un resultado y un modelo del sistema de producción. Por lo tanto, si el entendimiento permanece restringido a estas figuras, quedamos imposibilitados de comprender la conflictividad inherente a cada sujeto en su articulación con la forma externa del sistema político y social. En un movimiento característico de su pensamiento, Rozitchner interpreta que la comprensión de lo individual solo adquiere sentido sobre el fondo de lo colectivo. Por este motivo y en una analogía fallida entre el sistema de producción capitalista y el origen de la cultura en Freud, también desarrollará el análisis del “mito científico” de la horda primitiva, en tanto momento fundacional del pasaje colectivo de la naturaleza a la cultura. No ahondaremos demasiado en este punto, pero nos interesa destacar que dicha elaboración mitológica en Rozitchner (y desde nuestra lectura también en Freud) no posee ningún tipo de validez historiográfica, solamente se trata de una narración hipotética que proyecta de manera retrospectiva el origen del sometimiento a partir de los caracteres observados en el presente. El mito está pensado en Rozitchner como la evocación de ciertos acontecimientos (no interesa si efectivamente sucedieron o no) explicativos de la servidumbre contemporánea, pero también como categorías fértiles para repensar y suscitar una posible praxis revolucionaria. El objetivo es doble: por un lado, se arroja una explicación del sentimiento de culpa generalizado; por el otro, se otorga el fundamento de la alianza fraterna como un tipo de formación colectiva que debe ser reactualizada para enfrentar la regulación impersonal y fantasmática que el sistema ha inscripto en cada uno/a.

Al mismo tiempo, debemos destacar que el esquema mitológico reproduce los mismos inconvenientes que visualizamos en la figura infantil, ya que el comienzo cultural del “Edipo histórico” se encuentra signado por el remordimiento y la culpa de haber asesinado al padre para prolongar la satisfacción pulsional de la alianza fraterna en la realidad. Ninguna observación encontramos respecto al lugar que ocupan las mujeres abusadas antes y después del asesinato paterno. La utilización del Edipo “histórico” o colectivo para dar cuenta de la especificidad de la historia de la dominación, condena al autor argentino a la asunción de una herencia arcaica plagada de presupuestos que deben ser desarticulados para otorgar a la filosofía rozitchneriana un marco de comprensión adecuado a nuestro tiempo. Desde nuestra perspectiva, también creemos que lo individual adquiere su significado definitivo sobre el fondo de lo colectivo, pero entendemos que la manera de interpretar adecuadamente el Edipo encuentra su clave hermenéutica en su carácter generacional y no en una matriz filogenética. Si el sistema regula la estructura familiar como primera institución política en el acceso cultural de cada ser humano, esta determinación no puede ser explicada por una mitología que en buena medida reproduce e insiste en el carácter patriarcal de dicha organización. Si existe un drama individual en el desarrollo histórico-biológico del sujeto que se articula con un drama histórico, en tanto elemento ineludible para comprender la producción de subjetividades dentro del sistema capitalista, debemos caracterizar con precisión dicho marco histórico para luego repensar los modos y los mecanismos en los que la materialidad de la vida social nos forja no solamente como sus productos, sino también como sus más firmes reproductores. Si la herencia arcaica, filogenética, mítica que trae Rozitchner al análisis nos permitiría observar el desarrollo de todo sistema productivo en su manera específica de regularse por ese origen basado en el dominio y la represión sobre los/as otros/as, se presenta con evidencia que dicho origen omite y silencia explotaciones y opresiones de todo tipo. En este sentido, desarrollaremos a partir de ahora cuáles son los nudos problemáticos que identificamos en la producción rozitchneriana y arriesgaremos algunas hipótesis que permitan responder los motivos de la aparición de estos inconvenientes observados.

MENCHI SABAT, “FREUD: PSICOANALISIS” (1980)

 

Una comunidad de varones castrados

Como observamos en el apartado anterior, el análisis rozitchneriano se desarrolla en los términos estrictos de una comunidad de varones. Tanto en el aspecto individual del complejo de Edipo, como en el carácter histórico del mismo, Rozitchner opta por identificar un modo de acceso al campo cultural desde una perspectiva única en términos identitarios. Quizás una de las características sobresalientes en su escritura sea la de aludir con el término “hombre” a la totalidad de los seres humanos, característica que cualquiera podría señalar como un formato problemático a la “época” en la que se gestaron los textos que estamos analizando, más que al propio Rozitchner en términos individuales. Sin embargo, pensamos que en el caso del autor argentino se trata de un síntoma o de una huella que desnuda problemas de mayor profundidad y complejidad en sus análisis. Nos referimos específicamente a la matriz de inteligibilidad falocéntrica según la cual se desarrolla el pensamiento rozitchneriano. Esto significa que cualquier identidad que no responda a los caracteres predominantes de la masculinidad quedan omitidos o relegados a una función pasiva en el análisis de Rozitchner.

Ahora bien, ¿por qué el análisis queda entrampado en estos problemas? ¿cuáles son los compromisos asumidos por parte del autor argentino que le impiden lograr una comprensión menos estrecha y limitada acerca del problema de la subjetividad y su vínculo con el campo social? Nuestra hipótesis para dar respuesta a estos interrogantes es la siguiente: Rozitchner, tanto en su disputa encarnizada con la interpretación lacaniana del psicoanálisis, como en su enfrentamiento contra la comprensión estructuralista del marxismo, ha desarrollado una incorporación de la teoría freudiana desde una posición acrítica. En efecto, al elaborar una comprensión del individuo como un espacio de disputa, como el resultado de un enfrentamiento y de una transacción imaginaria que lo han habilitado a ser, para no reducirlo a la caracterización de un mero soporte pasivo resultado de una estructura social, el autor argentino ha insistido en aquellos lugares centrales del pensamiento de Freud que conciban la constitución del ámbito subjetivo como un proceso agonístico enmarcado en una historicidad específica. El problema de esta caracterización, es que lleva al propio Rozitchner a reproducir las mismas inconsistencias y problemáticas que hereda del psicoanálisis freudiano. Es decir, la matriz de inteligibilidad falocéntrica que señalamos en la filosofía rozitchneriana, es el resultado de una incorporación lineal y acrítica del esquema edípico desarrollado por Freud en sus escritos. Este diagnóstico puede llamar la atención en cualquier lector de la filosofía de Rozitchner, ya que el autor argentino nos tiene acostumbrados a incorporar y adquirir insumos teóricos de otros pensadores/as a partir de interpretaciones poco ortodoxas y ampliamente críticas.

Al mismo tiempo, otro de los inconvenientes que visualizamos en la incorporación rozitchneriana de la obra de Freud, es que además de ser una incorporación acrítica, resulta también una incorporación incompleta, puesto que desconoce y omite aquellos lugares en los cuales el padre del psicoanálisis desarrolla el complejo de Edipo desde una perspectiva femenina. En nuestra interpretación, hemos rastreado tres momentos diversos en la elaboración conceptual de Freud al respecto: un primer momento, donde el complejo se postula para la niña invirtiendo las figuras parentales de la triangulación edípica masculina (es decir, afirmando que en el caso de la infanta femenina el deseo incestuoso responde a la figura paterna y el enfrentamiento se da con su madre); un segundo momento con la introducción de la etapa fálica, donde aparece la asimetría psicoevolutiva del varón y la mujer; y por último, una etapa final donde se afirma un ámbito femenino radicalmente irreductible a lo fálico, puntualizando el consecuente peso de la etapa pre-edípica en torno a la ligazón exclusiva entre la madre y la niña. Siguiendo a la psicoanalista francesa Luce Irigaray, quien en su libro Espéculo de la otra mujer (1974) realiza una crítica feroz a las puntualizaciones freudianas acerca de lo femenino, podemos afirmar que la interpretación de Freud se encuentra determinada por una economía de la representación masculina. Esto significa que en la lectura freudiana se observa la identidad masculina como el parámetro privilegiado para leer toda constitución subjetiva, lo que lleva a interpretar lo femenino signado por la falta, la carencia y, por lo tanto, la envidia. En el análisis de Freud, la niña se presenta como un varón defectuoso, marcado por la constatación de su castración ya consumada en la etapa fálica. Una caracterización que conlleva una lectura sumamente problemática donde todo lo femenino queda reducido y condenado a ser el reverso negativo de una masculinidad hegemónica.

Ahora bien, si intentamos anexar los desarrollos de la lectura de Freud acerca de lo femenino en el esquema interpretativo de Rozitchner, observaremos rápidamente el carácter estéril e inútil que representaría dicha incorporación para nuestro objetivo de lograr alcanzar una interpretación rozitchneriana depurada de sus inconsistencias e inconvenientes. Esto es así por dos motivos específicos: por un lado, porque la teoría de Freud se encuentra enmarcada y se transcribe linealmente a la filosofía de Rozitchner, en un dominio de la representación exclusivamente falocéntrico, que en el caso del padre del psicoanálisis relega lo femenino a ser el reverso negativo de lo masculino, y en el del autor argentino condena cualquier identidad no-masculina a la omisión y el olvido en sus análisis; por el otro, porque en el caso de Freud (específicamente en el último período de elaboración que mencionamos) el complejo edípico funciona de dos maneras diversas según la división sexual: en el caso de la niña, el complejo aparece como un puerto de llegada al que se arriba luego de constatar la “evidencia” de su castración y responsabilizar a la figura materna de dicha situación. Esto es así ya que, al no haber una amenaza de castración (puesto que la misma ya ha sido “consumada”), no existe una motivación para superar el complejo edípico. Por el contrario, en el caso del niño el Edipo se presenta como un conflicto agudo e imaginario que debe ser superado para su incorporación al mundo social. Por lo tanto, frente a la amenaza, se supera dicho complejo a partir de una transacción imaginaria que lo deposita en la conciencia rendida, culposa y superyoica que vimos al analizar la descripción rozitchneriana:

El complejo de Edipo del varoncito, dentro del cual anhela a su madre y querría eliminar a su padre como rival, se desarrolla desde luego a partir de la fase de su sexualidad fálica. Ahora bien, la amenaza de castración lo constriñe a abandonar esta postura. Bajo la impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es abandonado, reprimido, en el caso más normal radicalmente destruido, y se instaura como heredero un severo superyó. Lo que acontece en la niña es casi lo contrario. El complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo; por el influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la ligazón-madre y desemboca en la situación edípica como en un puerto. Ausente la angustia de castración, falta el motivo principal que había esforzado al varoncito a superar el complejo de Edipo. […] En tales constelaciones tiene que sufrir menoscabo la formación del superyó, no puede alcanzar la fuerza y la independencia que le confieren su significatividad cultural y… las feministas no escucharán de buen grado si uno señala las consecuencias de este factor para el carácter femenino medio.[7]

La cita revela, además de la total desorientación freudiana respecto al “enigma” femenino, el carácter sumamente problemático que representaría para la teoría de Rozitchner continuar con la incorporación de las categorías freudianas. Ya que, si la formación superyoica sufre algún tipo de “menoscabo” en el desarrollo histórico-biológico de la infanta femenina, la filosofía política rozitchneriana quedaría en una encrucijada a la hora de intentar abordar con su aparato teórico la dialéctica entre el ámbito subjetivo y la materialidad social como un factor decisivo en su constitución. En efecto, hemos visto la importancia y la centralidad que posee la categoría del superyó en el esquema rozitchneriano para dar cuenta de la subjetividad contemporánea y de los procesos o mecanismos que depositan al sujeto de forma insatisfactoria y rendida en el marco cultural. Añadir las puntualizaciones freudianas nos condenaría a desechar de raíz la teoría de Rozitchner, puesto que quedaría obstaculizada por la siguiente dicotomía: o bien las identidades femeninas -o cualquier identidad que rompa con el esquema binario- serían las encargadas de producir una praxis revolucionaria, ya que se encuentran por fuera de la regulación superyoica; o bien deberíamos renunciar a dar una explicación coherente de la forma en que se constituyen sujetos sostenedores y reproductores de su propia servidumbre por fuera de las identidades masculinas. Ambas consecuencias implican el rechazo total de la filosofía rozitchneriana ya que, o se encuentra imposibilitada del análisis y la caracterización del activo político privilegiado para la construcción de una praxis política alternativa, o queda relegada a ser una teoría con un esquema teórico que resulta al mismo tiempo tan reducido como deficiente. Por lo tanto, y es nuestro objetivo, si queremos continuar pensando desde una matriz de inteligibilidad rozitchneriana los problemas intrínsecos del vínculo entre el sujeto y la política, debemos abandonar el esquema teórico freudiano e intentar esbozar algunos desplazamientos, algunas reinterpretaciones que permitan a la filosofía de Rozitchner articular sus categorías desde una posición renovada, en donde las inconsistencias señaladas encuentren una posible y parcial resolución.

LEÓN ROZITCHNER

 

El carácter generacional del Edipo 

Y aquí surge, una vez más, la pregunta: ¿Freud debe necesariamente postular, para explicar la fuerza con la cual se impone la represión del superyó, una herencia arcaica, filogenética? ¿La fuerza inconmensurable con la cual aparece y se nutre en su omnipotencia, requiere necesariamente ser adscrita a la fuerza atribuida por herencia, del protopadre primitivo? Nosotros postulamos, por el contrario, que esta hipótesis es poco económica: que la fuerza que Freud encuentra en el análisis de los adultos no requeriría tal hipótesis si acentuara, como corresponde, la fuerza del sistema en el cual el niño es producido.[8]

En esta cita encontramos, por un lado, el carácter sumamente paradójico en la elaboración de Rozitchner y, al mismo tiempo, la clave interpretativa que nos habilita a elaborar un posible desplazamiento en la comprensión rozitchneriana, para sortear los obstáculos y las dificultades que señalamos dentro de su filosofía.

La paradoja consiste en señalar la hipótesis “poco económica” del psicoanálisis freudiano, para luego insistir en ella de manera repetitiva. Es decir, si Rozitchner intenta historizar las categorías psicoanalíticas y ofrecer un marco interpretativo que señale el vínculo entre ellas y su horizonte social, no se entiende el motivo por el cual recurre a la herencia filogenética y al mito de la horda primitiva como elemento explicativo de la subjetividad contemporánea. ¿No cuenta el autor argentino con otras categorías más fértiles y menos problemáticas para desarrollar la caracterización del enculpamiento extendido en la materialidad de los vínculos sociales? ¿No acentúa Rozitchner en su análisis la fuerza del sistema en la cual cada sujeto fue producido?

Al mismo tiempo, la cita nos provee una clave hermenéutica para comenzar a reelaborar la interpretación rozitchneriana, visualizando el lastre pesado que representan algunas categorías freudianas para la obra del autor argentino, y a la vez otorgando la posibilidad de desestimar una incorporación directa y lineal de las mismas. Nuestra reinterpretación de Rozitchner solicita dos movimientos específicos, que podríamos puntualizar de la siguiente manera: por un lado, centrar la incorporación de las categorías del autor argentino en una caracterización diferente respecto del sistema de producción capitalista, algo que supone abandonar analogías fallidas entre una genealogía mitológica en el pasaje del ámbito “natural” al cultural, para concentrar nuestros esfuerzos en el modo específico según el cual se articulan los lazos sociales mediados por múltiples jerarquías al interior del cuerpo social; por el otro, intentaremos acentuar el carácter generacional del Edipo, en detrimento de la interpretación etapista e individualista que el propio Rozitchner reproduce.

El primer movimiento, como vimos señalado por el propio Roztichner en su obra, consiste en desestimar el mito científico del psicoanálisis freudiano, para acentuar la comprensión del vínculo entre el sistema de producción capitalista (en tanto sistema productor de mercancías y también de subjetividades) y el desarrollo histórico-biológico que atraviesa la constitución de cada sujeto. Desde nuestra lectura, dos son las características centrales en que se desarrolla la forma actual del sistema capitalista: por un lado, un carácter totalizador que lo tiene como una mediación necesaria para cualquier tipo de vinculación, por el otro, un imperativo de valorización extendido a todos los órdenes del ámbito social e introyectado por los particulares que se desenvuelven dentro de su lógica totalizadora. Estos caracteres definen el atravesamiento de los individuos por la materialidad social desde una perspectiva transversal que se corresponde, al mismo tiempo, con una especificidad en cada actor según el lugar que se ocupe dentro de las múltiples jerarquías establecidas al interior del ordenamiento social. Esto significa, que tanto varones, mujeres e identidades que no responden a la lógica binaria se encuentras atravesados, mediados y forjados en determinadas formas sociales que condicionan su facticidad y los deposita en una lógica ciega de valorización que produce múltiples malestares y padecimientos. Pero al mismo tiempo, estos condicionamientos, en la constitución subjetiva de cada particular, se encuentran determinados por diversos dispositivos y mecanismos según la especificidad y el posicionamiento que cada uno/a obtenga dentro de las diferentes jerarquías y mediaciones en las cuales se desarrollan los vínculos sociales (nos referimos a mediaciones de todo tipo: de clase, género, étnicas, religiosas, etc.). Por citar un ejemplo, podemos analizar la vinculación con el mundo del trabajo como un índice de este carácter transversal y específico en la lógica de valorización del Capital: ya sea a partir de la precarización laboral, en la existencia de una brecha salarial o en la falta de cupo laboral, la mayoría de los individuos se encontrarán con una materialidad social hostil que resulta al mismo tiempo ajena y propia, como resultado de una transacción subjetiva que nos permite subsistir y, al mismo tiempo, nos produce sufrimiento. En cada caso se desarrolla un tipo específico de sometimiento que posee como único índice de discriminación una lógica amenazante frente a la diferencia: cuanto más se aleje cada individuo de los modos de subjetivación predominantes, mayores serán las hostilidades, represiones y padecimientos que le proveerá la organización social.

El segundo movimiento consiste en negar la interpretación individualista y etapista que propone la filosofía rozitchneriana, para articular una comprensión del Edipo desde su carácter generacional. Este desplazamiento implica el rechazo de la lectura del complejo edípico como un duelo fantaseado en una instancia específica del devenir existencial del sujeto, para comprenderlo como un procesador de subjetividades adecuadas a una forma social específica. Esto significa que la organización social de cada individuo y su acceso a la misma se encuentran operando de forma previa y anticipada a su propia existencia, específicamente por dos motivos: por un lado, a partir de la preponderancia del lenguaje y el orden simbólico en la constitución de cada sujeto habilitado para ser en una cultura determinada, por el otro, porque cada particular se encuentra inmerso al momento de su nacimiento en una serie de inscripciones y regulaciones que provienen de sus propios progenitores (o de aquellas figuras que ejerzan la crianza en los tiempo iniciales de desvalimiento), quienes ya se encuentran a su vez enmarcados y atravesados por una lógica social que sostienen, reproducen y transmiten a cada generación venidera. Por lo tanto, el carácter represivo del Edipo (determinado por categorías como la amenaza de castración, la envidia del pene y otros antagonismos sostenidos tanto por Rozitchner como por Freud), deja lugar a un complejo edípico que puntualiza y destaca el carácter productivo del mismo, en la articulación específica entre la regulación del deseo y ciertos mandatos culturales que provienen del orden simbólico y el entramado social que nos constituye. Al mismo tiempo, la formación de la instancia superyoica no encontraría su razón de ser en un movimiento específico dentro de un hipotético duelo fantaseado, sino que consistiría en múltiples disputas a lo largo del devenir existencial de cada individuo, las cuales constituirían paulatinamente una instancia represiva que funcionaría en aparente independencia y autonomía de las diversas formas sociales que la han constituido. En todo caso, si la formación del superyó consiste en una transacción imaginaria a partir de una correlación de fuerzas desiguales, nos parece incorrecto postular la asimetría a partir de la diferencia sexual anatómica, sin comprender que la resolución subjetiva de una conciencia rendida y adecuada a los límites impuestos por el marco social responde a un entramado sistémico que excede las figuras parentales y al núcleo familiar como elementos fundamentales o constitutivos de la subjetividad contemporánea.

Estos desplazamientos que hemos introducido al interior del corpus rozitchneriano, nos permiten visualizar el entramado conflictivo y de disputa que se continúa reactualizando a lo largo de toda una vida, y que en todo caso tienen a la familia como la primera institución política en la producción de sujetos adecuados a los límites sistémicos. No obstante, esta preeminencia temporal del núcleo familiar, no debe traducirse en una preeminencia ontológica ni explicativa a la hora de abordar el análisis de los modos de subjetivación del sistema de producción capitalista. Al mismo tiempo, esta conflictividad inherente y sintomática que caracteriza el devenir existencial de cada sujeto, permite comprender tanto la servidumbre voluntaria en la que se encuentran inmersos los particulares, sostenedores y reproductores de un marco social contradictorio, como las potencialidades que anidan en cada individuo por aquellas inscripciones infantiles que caracterizaron su inserción en el espacio social y que se continúan reconfigurando en la traducción de diferentes malestares y padecimientos. En este sentido, se habilita también la posibilidad de conmover las estructuras en las cuales cada uno/a ha sido forjado/a y, por lo tanto, la capacidad de extender sus prácticas en un campo de experiencia diverso o alternativo al predominante.

JORGE MANUEL THEOTOCÓPULI, “LA FAMILIA DE EL GRECO”

Los problemas señalados y las soluciones ofrecidas para la filosofía de León Rozitchner poseen un carácter parcial y relativo, que lejos de intentar clausurar una problemática intentan abrir el juego a futuras elaboraciones. Al interior del corpus rozitchneriano observamos múltiples oscilaciones, afirmaciones ambiguas y otra serie de imprecisiones que dificultan y al mismo tiempo enriquecen su lectura. Por lo tanto, no creemos que lo dicho en este trabajo sea conclusivo para revitalizar la filosofía rozitchneriana, simplemente se presenta como un aporte que espera nuevas interpretaciones de quien escribe y de quien lee. En la escritura de Rozitchner se visualiza la paradoja que torna al autor argentino un pensador estimulante y oxigenante para la labor filosófica: al encontrarse siempre por fuera de los registros y las diferentes domesticaciones académicas, el pensamiento rozitchneriano goza de una potencia filosófica y una creatividad sumamente enriquecedora para quien se acerca a sus escritos. No obstante, el precio a pagar por esta creatividad, quizás se haya traducido en cierta libertad para atender algunos problemas sin la rigurosidad que caracteriza al pensar filosófico. En su carácter heterodoxo, foráneo y rebelde residen todas las virtudes, y también todos los inconvenientes del pensamiento de Rozitchner.

En el trabajo hemos señalado y extremado algunas posiciones y argumentos del propio autor argentino que seguramente puedan ser matizados, discutidos y reinterpretados en una clave diversa. Nuestra lectura intentó resaltar y puntualizar problemas fundamentales que recorren amplios espacios temporales dentro de la obra del autor argentino, reconociendo que en su último período de producción existe un desplazamiento y un abandono de la centralidad de la teoría freudiana para su propio pensamiento, situación que amerita otro tipo de lectura alternativa de aquella que hemos realizado en estas líneas. Asimismo, creemos que tanto en una lectura “clásica” del pensamiento rozitchneriano como en nuestra reinterpretación, se debe desarrollar una discusión frente a una problemática señalada por Omar Acha en su libro Encrucijadas de psicoanálisis y marxismo (2018), consistente en observar en qué medida la filosofía de Rozitchner logra superar o sucumbe frente a la crítica de la “hipótesis represiva” elaborada por Michel Foucault en el primer tomo de Historia de la sexualidad (1976).

Más allá de las críticas realizadas al autor argentino, creemos que su filosofía posee un valor inconmensurable y, al mismo tiempo, requiere lectores y comentaristas de espíritu rozitchneriano que se permitan combatirlo para comprenderlo, criticarlo para homenajearlo y alejarse para acercarlo.

 

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Notas

[1] Sztulwark, D. Suckusdorf, C. “Prólogo”, en León Rozitchner: Obras completas, ed. cit.
[2] Rozitchner, L. Freud y los límites del individualismo burgués, ed. cit., p. 26.
[3] Ibid., p. 265.
[4] Rozitchner, L. Freud y el problema del poder, ed. cit., pp. 13-14.
[5] Rozitchner, L. Freud y los límites del individualismo burgués, ed. cit., p. 288.
[6] Ibid., p. 125.
[7] Freud, S. “33° Conferencia: La Feminidad” en Obras Completas, ed. cit., p. 120.
[8] Rozitchner, L. Freud y los límites del individualismo burgués, ed. cit., pp. 307-308.