Revista de filosofía

La constitución del régimen farmacopornográfico de Preciado en diálogo crítico con Foucault y Deleuze

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Resumen

El presente trabajo de investigación abordará las bases teóricas que adopta Preciado en el desarrollo conceptual de la episteme contemporánea. Se partirá de la crítica que desarrolla el filósofo español al régimen de producción corporal a partir de la interacción de tecnologías de producción de la subjetividad (fármaco-poder) y de tecnologías de representación (porno-poder); junto a la exposición de la relación que expresa el régimen farmacopornográfico con la tesis de Deleuze acerca de las sociedades de control. A partir de este doble diálogo se profundizará sobre las bases teóricas para la propuesta conceptual de Preciado sobre la constitución de la corporalidad a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Palabras clave: Preciado, Foucault, Deleuze, régimen farmacoponorgráfico, cuerpo, episteme.

 

Abstract

This research work will address the theoretical bases adopted by Preciado in the conceptual development of contemporary episteme. It will be based on the criticism developed by the spanish philosopher of the body production regime based on the interaction of technologies of production of subjectivity (drug-power) and technologies of representation (porn-power); next to the exposition of the relationship that expresses the pharmacopornographic regime with Deleuze’s thesis about control societies. From this double dialogue, the theoretical basis for the conceptual proposal of Preciado on the constitution of corporality from the Second World War will be deepened.

Keywords: Preciado, Foucault, Deleuze, pharmacopongographic regime, body, episteme.

 

Acerca del régimen

La introducción que realizara Preciado del concepto de régimen somatopolítico para el estudio de la producción de corporalidades implica una lectura que tiene sus raíces en una perspectiva materialista de la producción de género, raíces que se hunden en el pensamiento feminista materialista y radical de los años setenta, en especial en la pensadora francesa Wittig,[1] quien elabora el concepto de régimen político heterosexual. De esta forma, lo que la autora francesa quiere dar a entender con dicha categoría es que la heterosexualidad no es una esencia inherente a la identidad de género de los cuerpos, sino, precisamente, se trata de una producción política a través de instituciones determinadas. La heterosexualidad no respondería a una correspondencia entre deseo y naturaleza, ya que lo que podemos llamar como heterosexual sería un contrato entre partes, contrato que no pasa por una negociación consciente de los sujetos en cuestión.

A partir de la lectura de contrato heterosexual, Wittig desea dialogar de forma crítica con los pensadores contractualistas que ven en el Estado la objetivación de un pacto entre los hombres que devendría en la alienación de ciertas facultades naturales para permitir la conjunción social. Para algunos contractualistas (como Hobbes,[2] por ejemplo) el Estado se conformaría a partir de la alienación de la violencia individual sobre los otros, o también se produciría a partir de la pérdida de la armoniosidad natural propia del estado de naturaleza, como afirma Rousseau.[3] El sentido metafórico que los pensadores contracturalistas le otorgan al estado de naturaleza permite comprender una analogía con respecto a la perspectiva wittgeana, ya que ese “antes” de la organización social implica un proceso de alienación en la realización del contrato. Pero Wittig va mucho más allá del pensamiento moderno contractualista y reconoce que tanto el género masculino como femenino son el resultado de una determinada producción genérica, producción dualista que tiende a la homogeneización.

En ese ir más allá de Wittig va a decantar en una crítica a la normalización heterosexual (heteronorma) a partir de la constitución de subjetividades disidentes del contrato heterosexual, llegando a afirmar que “las lesbianas no son mujeres”.[4] Esta deserción parte del hecho de que las lesbianas no terminan afirmando su identidad mediante su participación en las instituciones legitimadas por el contrato heterosexual, como por ejemplo el matrimonio, cuestión que abre la discusión contemporánea sobre las políticas de asimilación del movimiento político de la diversidad de género, ya que las legislaciones a favor de la adopción y matrimonio igualitario implicarían un reacomodamiento de las subjetividades disidentes a una institución propiamente heterosexual. De esta forma se puede apreciar que lo heterosexual implica instituciones que reproducen la lógica binaria de la identidad, y que más allá que existan identidades disidentes que pongan en cuestión los límites políticos y epistemológicos de la heterosexualidad, estas identidades pueden recaer en un conjunto de instituciones (régimen) que tienden a normalizar y excluir.

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Entonces, cuando afirma que las lesbianas no son mujeres, lo que está realmente proponiendo la pensadora francesa es continuar con el legado feminista de Beauvoir[5] en su afirmación de que mujer no se nace, sino se hace. En este no hacerse mujer por parte de las lesbianas lo que está emergiendo es un proceso nómade que se desplaza de los flujos territorializantes y codificadores del deseo por las máquinas heterosexuales, haciendo del concepto de institución o régimen como sinónimo de máquina. Un cuerpo autoidentificado como lesbiana es disidente de las instituciones heterosexuales (matrimonio, maternidad, etc.) y por tanto posee un marcaje altamente político en la elección de su disidencia y en la constitución de nuevas identidades que no funcionan como instituciones paralelas, sino más bien como puntos de dislocación y ruptura de los flujos de deseo normalizados.

La limitación que presenta el enfoque de Wittig parte del hecho de no profundizar en una cartografía de las disidencias genéricas y las articulaciones políticas de las corporalidades y subjetividades disidentes del régimen heterosexual, como así también una aproximación a las instituciones alternativas y sus mecanismos de antagonismo con respecto a las instituciones normalizadoras. Parte de esta limitación en el pensamiento de Wittig esta relacionada con el hecho de exponer una dialéctica del adentro y del afuera, en tanto que las lesbianas resultarían como un más allá del sistema de opresión. En palabras de Preciado se puede reconocer el punto crítico de la cuestión:

El lesbianismo no se sitúa más allá de los sexos ni de los sistemas de opresión. Es, más bien, el resultado paradójico de lo que podríamos llamar una «exclusión excluyente». En el discurso del lesbianismo radical francés, por ejemplo, la figura de la transexual cristaliza las ansiedades generadas por la necesidad de trazar los límites de la «verdadera» identidad lesbiana. Las contradicciones de esta lógica excluyente se manifiestan claramente en la demarcación espacial de la identidad practicada en un lugar como La Barbare donde las responsables han reafirmado en numerosas instancias que las transexuales no eran admitidas en su espacio «naturalmente reservado a mujeres.[6]

De esta forma Preciado introduce el problema del sujeto político del feminismo, cuestión que hemos abordado en trabajos anteriores,[7] especialmente cuando nos preguntamos por cuál es el sujeto político del feminismo a partir de una crítica a los fundamentos políticos y epistémicos de un feminismo liberal. ¿Qué sucede con las identidades disidentes, como por ejemplo las transexuales y travestis? ¿Qué sucede cuando las lesbianas organizadas no permiten a las transexuales transitar por sus espacios políticos porque son reservados únicamente para mujeres? Es entonces cuando Preciado reconoce que no se puede plantear una dialéctica de un adentro y un afuera del sistema de opresión porque ese afuera puede significar un reacomodamiento de prácticas excluyentes, como es el caso que cita con respecto al lugar La Barbare. La crítica de Preciado va orientada a establecer que los sujetos masculinos como femeninos son el producto de determinados dispositivos políticos de conformación de la identidad, y es allí donde su marco teórico aporta los elementos necesarios para componer la categoría de régimen somatopolítico.

Preciado, a partir del legado foucaultiano, se interesará por analizar los diversos dispositivos de poder que configuran la subjetividad, aportando elementos teóricos a la tesis de que son las relaciones de poder que atraviesan las múltiples instituciones las que producen a los sujetos, en oposición a las tesis liberales de un sujeto soberano, como así también a la lectura hegeliana-lacaniana de un sujeto ontológicamente incompleto que desarrollará Žižek.[8] Para el pensador esloveno, Foucault caería en una contradicción de la cual no tendría una salida específica al presentar un esquema circular:

Pues si los mecanismos del poder generan los sujetos mismos sobre los cuales ejercen su fuerza, entonces la relación entre el poder y la resistencia es completamente circular. El sujeto que resiste juega en realidad bajo las mismas reglas que intenta combatir, pues es un producto de las normas disciplinarias y de las tecnologías biopolíticas que acompañan el surgimiento del capitalismo.[9]

La postura de Preciado se afinca en una interpretación nietzscheana-foucaultiana donde reconoce el papel subversivo de la genealogía como herramienta metodológica que permitiría no trazar una línea histórica de la conformación de conceptos, categorías, sujetos, subjetividad, etc., sino más bien buscar las condiciones de posibilidad en su desarrollo material. La pregunta genealógica no pregunta por los orígenes, sino por las condiciones materiales, es decir, por la materialidad de la cual emergen los trazos de la subjetividad. Ese ha sido el interés de la genealogía nietzscheana, genealogía que nutre la filosofía crítica de Foucault, y que en palabras del filósofo alemán se expresa de la siguiente manera: “[…] ¿en qué condiciones inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado?, ¿y qué valor tienen ellos mismos?”[10] Nietzsche cuando construye su metodología crítica lo hace en claro diálogo con Kant, diálogo que utiliza para desenmascarar la metafísica kantiana que se ubica dentro del dualismo histórico y que condiciona que esos conceptos, categorías y subjetividades sean buscados detrás del mundo:

¿Es que me lo exigía precisamente así mi a priori?, ¿aquel a priori nuevo, inmoral, o al menos inmoralista, y el ¡ay! tan antikantiano, tan enigmático «imperativo categórico» que en él habla al cual desde entonces he seguido prestando oídos cada vez más, y no sólo oídos? […] Por fortuna aprendí pronto a separar el prejuicio teológico del prejuicio moral, y no busqué ya el origen del mal por detrás del mundo.[11]

WARDELL MILAN, “PULSE” (2019)

Cuando Preciado se pregunta por los mecanismos de producción de la subjetividad y de las corporalidades en el capitalismo neoliberal postfordista, se está preguntando por la materialidad, afincando su mirada filosófica en los dispositivos de poder, y no en ese mundo metafísico que estaría funcionando por detrás. Es por ello que aborda a la subjetividad a partir de los mecanismos de poder que las hacen posible, es decir, mediante las tecnologías de poder. Para la autora se han desarrollado tres regímenes somatopolíticos de producción de la subjetividad y la corporalidad –soberano, disciplinario biopolítico y famacopornográfico–. Lo que nos preguntamos en la presente investigación es por cuáles son los fundamentos filosóficos del pensamiento de Preciado en este aspecto. Dichos fundamentos los vamos a encontrar directamente (no necesariamente se agotan allí) en la filosofía de Foucault y de Deleuze y Guattari. Toda filosofía es un diálogo permanente con autores presentes o tácitos, es decir, con pensadores anónimos que cruzan, discuten y desarman las filosofías presentes. Reconocer estos diálogos permitirá enriquecer la crítica presente, analizar cómo se abordan los atolladeros y reforzar la crítica. Pero para poder llegar a tal punto es necesario exponer brevemente qué tesis desarrolla Preciado, y para ello ejerceremos un diálogo con su Testo yonqui[12] y su conferencia ¿la muerte de la clínica?[13]

 

Regímenes Somatopolíticos

Tal como referenciamos anteriormente, para Preciado existen tres tipos de regímenes somatopolíticos que pueden ubicarse temporalmente de la siguiente manera: el régimen soberano inicia con el ascenso del cristianismo y concluye en el siglo XVII; el régimen disciplinario biopolítico es ubicado entre el siglo XVII y mediados del siglo XX; y el régimen farmacopornográfico comienza en la Segunda Guerra Mundial y continúa hasta el presente. El concepto de somatopolítica hace referencia a una contracción entre la categoría de soma (cuerpo) y politeia (política), dando pie a la interpretación de régimen político de conformación del cuerpo. Más allá de las diferencias temporales, lo que caracteriza a dichos regímenes es la yuxtaposición de los mismos, es decir, que se expresan en diversos grados y segmentaciones de la producción de la subjetividad. Esta yuxtaposición se hace expresa cuando por ejemplo en el caso de una cirugía de vaginoplastía actúa una territorialización médica del órgano vagina que responde a un esquema soberano, mientras que en el caso de una operación de nariz, dicho órgano va a circular por los dispositivos médicos y discursivos neoliberales.

En el régimen soberano el cuerpo es considero un cuerpo plano, careciente de órganos, ya que estaría constituido por humores. Se lo considera como una superficie donde las técnicas de poder van a inscribir sus marcas; el cuerpo transita, en el marco macropolítico, como sujetado a un orden teológico y, en el plano micropolítico, como el pater familias. Tal como reconoce Foucaul,[14] es un cuerpo para la muerte, un cuerpo sujetado a una dualidad de planos de ejercicio de poder (macro y micropolítico), pero desde una perspectiva de género podemos observar que es claramente un régimen patriarcal que se expresa a través de una serie de tanatopolíticas que tienen su continuidad en el presente mediante el imaginario masculino de la posesión de la otredad femenina, posesión que lleva a decidir hacer morir o dejar vivir, en consonancia con el carácter soberano del ejercicio de poder.

El segundo régimen, disciplinario-biopolítico, está reconocido por la proliferación de instituciones como la cárcel, la fábrica, el ejército, la escuela, etc., en las cuales hay una diagramación del poder que tiende a la producción de determinadas subjetividades. Las tecnologías disciplinarias, a diferencia de las biopolíticas, tienen como centro al cuerpo individual, mientras que las segundas se orientan hacia el cuerpo-población. Si la primera, la tecnología disciplinaria, se orienta a una reconducción de las conductas mediante la sujeción del cuerpo a la operación de un sistema de cuadriculación, la biopolítica se expresa mediante la gestión y gobierno de la vida. Será la vida un fenómeno de interés para el gobierno de las poblaciones, implicando una producción biopolítica de las mujeres mediante el “descubrimiento” de los órganos, como es el caso del útero que estaría incorporado al cuerpo considerado femenino, o también mediante la invención de prácticas de parto con el desplazamiento de la matrona por la masculinidad del médico.

El tercer régimen, el farmacopornográfico, está caracterizado por la presencia de dos tipos de tecnologías de poder claramente identificables, las farmacológicas y las pornográficas. El surgimiento de este régimen somatopolítico coincide con una mutación en el sistema de producción social que va a mutar de la prioridad de la producción material al avance de la producción inmaterial (posfordismo), tema que ha sido abordado por Virno,[15] Hardt y Negri,[16] Lyotard[17] y Berardi,[18] entre otros. Las tecnologías farmacológicas están orientas a un gobierno biomolecular del cuerpo, mutando de las tecnologías exteriores al cuerpo, grandes máquinas, a una simplificación del proceso que es materializado en el ejemplo de la pastilla como dispositivo de poder asimilable y que actúa sobre las moléculas, operando en el caso de la pastilla anticonceptiva como productora de género. El otro dispositivo de poder, el pornográfico, actúa a partir de dispositivos semio-técnicos como productora de una sexualidad heterosexual y una mercantilización del cuerpo femenino, un cuerpo diseñado para el placer y deseo masculino. En última instancia termina funcionando como una práctica performativa de la sexualidad heteronormativa.

Es importante reconocer que el concepto de cuerpo es puesto en suspenso por Preciado, y se va a orientar al concepto de somateca, término que le permite identificar que es un espacio de producción de la subjetividad, un cuerpo tecno-vivo que será territorializado por los múltiples dispositivos de poder. Esta concepción del cuerpo como somateca (tiene la capacidad de estar vivo y de ser el lugar de subjetivación) responde una diferenciación del modelo moderno del cuerpo como un corpus cerrado, como por ejemplo el “cuerpo bibliográfico”. Nietzsche en su texto Así habló Zaratustra[19] también se preocupó por pensar al cuerpo más allá de una precisión cerrada del mismo, ya que cuando hacía mención al mismo estaba dirigiéndose al concepto de Leib y no al de Körper, el cual es propio de la ciencia moderna como es el caso de la física. Entonces, pensar al cuerpo como somateca es indispensable para no sólo reconocer cómo los modos de subjetivación se materializan en él mismo, sino también como es la somateca el lugar de la resistencia.

El carácter relevante de la categoría de régimen somatopolítico consiste en aproximarse a la constitución de subjetividad y de la corporalidad a partir de los dispositivos de poder, es decir, de las tecnologías de poder, las cuales desde una perspectiva genealógica se pueden apreciar en sus mutaciones (continuidades y discontinuidades). Esto le permite a Preciado abordar la producción corpo-subjetiva a partir de una materialidad de dispositivos de poder en los cuales los sujetos son producidos, como también las resistencias inherentes a dichos mecanismos de poder, dando pie a una continuación con el esquema foucaultiano presentado en el segundo tomo de Historia de la sexualidad, donde el pensador francés reconoce lo siguiente:

¿A través de qué juegos de verdad se permite al hombre pensar su ser propio cuando se percibe como loco, cuando se contempla como enfermo, cuando se reflexiona como ser vivo, como ser hablante y como ser que trabaja, cuando se juzga y se castiga en calidad de criminal? ¿A través de qué juegos de verdad el ser humano se ha reconocido como hombre deseo?[20]

A partir de un estudio de los juegos de verdad es que Foucault puede dar pie a una salida del atolladero de la circularidad de las relaciones de poder y la resistencia, ya que hay un resto que hace posible que el sujeto se constituya no sólo por los múltiples dispositivos de poder, sino mediante prácticas de contraconductas, prácticas disruptivas de un orden disciplinario para devenir en estéticas de la existencia. Esta apreciación teórica para pensar las resistencias hace posible presentar una alternativa al problema de la circularidad presentado por Žižek, dando paso a pensar las resistencias a los mecanismos de poder mediante una re-utilización de los propios dispositivos que terminan deviniendo en mecanismos que subvierten los procesos disciplinarios. Preciado reconoce dicho proceso con la categoría de principio de autocobaya:

He aquí la primera divisa para un feminismo a la altura de la mordernidad pornopunk: tu cuerpo, el cuerpo de la multitud, y los entramados farmacopornográficos que lo constituyen son laboratorios políticos, al mismo tiempo efectos de procesos de sujeción y control y espacios posibles de agenciamiento crítico y de resistencia a la normalización. Abogo aquí por un conjunto de políticas de experimentación corporal y semiótico-técnica que, frente al principio de representación política (que domina nuestra vida social y que está en la base de los movimientos políticos de masas tanto totalitarios como democráticos), se rigen por un principio al que llamaré, siguiendo las intuiciones de Peter Sloterdijk, “principio de autocobaya”.[21]

Esta pequeña introducción a la concepción de Preciado sobre los regímenes somatopolíticos en sus tres diversas versiones permite dar paso a la centralidad de la presente investigación: las continuidades y discontinuidades de la filosofía de Deleuze en relación a la constitución del concepto de régimen somatopolítico farmacopornográfico que desarrollara el filósofo español. Para ello se abordará el texto deleuziano sobre el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control, así como las lecturas foucaultianas sobre el papel de las tecnologías de gobierno de la subjetividad y la racionalidad de gobierno de las poblaciones, es decir, la biopolítica. Ambas lecturas de los filósofos franceses permitirán abordar la conceptualización de Preciado en los lazos teóricos que establece el filósofo español con sus predecesores, con quienes establece un diálogo que no se agota en sus claras continuidades epistémicas, sino también en una crítica que recurre a un distanciamiento político y filosófico.

 

Lectura Deleuziana

En el texto Postdata sobre las sociedades de control,[22] Deleuze va a comenzar por señalar la figura de Foucault y el esquema tradicional de las sociedades soberanas y disciplinarias, reconociendo en la primera una intención más ligada a la sustracción y muerte, mientras que en la segunda, la disciplinaria, se abocaría a desarrollar sociedades de encierro. Este encierro es materializado por una serie de tecnologías de gobierno como es la familia, la escuela, la fábrica, y en su mayor grado de expresión: la cárcel. Lo característico de este modelo de encierro es la producción de la subjetividad, y por ende de los sujetos, a partir de la puesta en escena de una serie de disciplinas que moldean a los cuerpos en función de la producción subjetivante. Desde una perspectiva ontológica, no hay sujetos independientemente de los modos de subjetivación, es decir, los sujetos se constituyen a partir de una multiplicidad de tecnologías de poder. Por fuera de los modos de subjetivación no habría nada, una nada que genera una discusión profunda en la filosofía de Žižek,[23] para quien habría un resto que no puede ser totalizado, un resto que es histórico, sino que respondería a nuestra constitución ontológica incompleta.

APOLLONIA SAINTCLAIR, SIN TÍTULO (2016)

Apenas termina por desarrollar su reflexión sobre el carácter de las sociedades disciplinarias en el pensamiento de Foucault, Deleuze se abocará en reconocer la crisis de la misma, crisis que denomina como generalizada. Esta noción de sociedad disciplinaria en crisis le permitiría al filósofo francés reconocer la constitución de las sociedades de control. En palabras de Deleuze se puede apreciar el carácter de la crisis mencionada:

Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un ‘interior’ en crisis como todos los interiores, escolares, profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones están terminadas, a más o menos corto plazo. Sólo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias.[24]

Lo que remarca Deleuze y que cobra un sentido singular dentro de su breve texto es que las sociedades de control sigan bajo la lógica de la servidumbre, es decir, bajo formas opresivas que se expresan a partir de una serie de relaciones y materialidades que han mutado en relación a las sociedades disciplinarias. Es allí donde el pensamiento de Preciado se reconoce como continuador de esta particular perspectiva deleuziana de las sociedades contemporáneas, reconocimiento que lo expresa por escrito cuando menciona que “[…] yo prefiero denominarla, leyendo a Borroughs con Bukowski, ‘sociedades farmacopornográficas’: chute y eyaculación políticamente programadas”.[25] Esta mención textual no agota las referencias teóricas entre el pensamiento de Preciado, especialmente su categoría de régimen somatopolítico farmacopornográfico, y la teoría de la sociedad de control deleuziana, ya que el autor español va a ligar su concepción de las nuevas tecnologías de producción de la subjetividad en relación al carácter que asumen los modos de subjetivación en las sociedades de control.

Deleuze considera que las sociedades disciplinarias actuaban a partir de una idea de tabula rasa, una producción de la subjetividad desde cero, cuestión que ordenaba a las tecnologías de gobierno en un proceso continuado. En cambio, en las sociedades de control imperan lo incondicionado o variabilidad que se opone a la homogeneización. Esta variabilidad no significa que los nuevos modos de subjetivación no produzcan identidades binarias y heteronormativas que tengan una ligazón con la producción de la sexualidad desde la época clásica, sino que lo variable e incondicionado son sus tecnologías que dejan de ser fijas para mutar hacia la variabilidad y la asimilación, tal como refleja Preciado cuando menciona que:

Si en la sociedad disciplinar las tecnologías de subjetivación controlaban el cuerpo desde el exterior como un aparato ortoarquitectónico externo, en la sociedad farmacopornográfica, las tecnologías entran a formar parte del cuerpo, se diluyen en él, se convierten en cuerpo. Aquí la relación cuerpo-poder se vuelve tautológica: la tecnopolítica toma la forma del cuerpo, se incorpora.[26]

Ya aquí se hace presente la diferencia que remarca Deleuze entre las máquinas simples (poleas, palancas, relojes, etc.) propias de las sociedades soberanas, y las máquinas energéticas de las sociedades disciplinarias. ¿Qué tipo de máquinas son correspondientes a las sociedades de control? “[…] las sociedades de control operan sobre máquinas de tercer tipo, máquinas informáticas y ordenadores cuyo peligro pasivo es el ruido y el activo la piratería o la introducción de virus. Es una evolución tecnológica pero, más profundamente aún, una mutación del capitalismo”.[27] La referencia a la mutación del capitalismo tiene la intención de señalar, aunque esté expresada tácitamente, la introducción de la inmaterialidad en el proceso de producción de lo social. Este tipo de capitalismo es el que se viene desarrollando a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en lo que se ha dado a conocer como capitalismo postfordista. Esta inmaterialidad del capitalismo se hace expresa en que “[…] lo que quiere vender son servicios, y lo que quiere comprar son acciones. Ya no es un capitalismo para la producción, sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado”.[28]

Este tercer tipo de máquinas queda mejor explicitado en el desarrollo teórico de Preciado cuando hace referencia a que “[…] un primer signo de transformación del régimen de somatopoder a mediados del siglo XX será la electrificación, digitalización y molecularización de estos dispositivos de control y producción de la diferencia sexual y de las identidades sexuales”.[29] Las tecnologías de gobierno de la subjetividad en el régimen farmacopornográfico se caracterizan por ser microprostéticas, es decir, actúan como procesos estetizantes a partir de la intervención de moléculas que son asimilables, dando paso a una mutación de la relación entre cuerpo y poder, siendo el cuerpo quien desea al poder. La molécula suplanta la centralidad de la tecnología disciplinaria, además de constituirse en objeto de mercado, es decir, de ser codificada por los flujos comerciales por parte de las empresas farmacéuticas. El caso paradigmático es la molécula que hace parte de la tecnología anticonceptiva que no sólo tiene como fin la interrupción de la procreación, sino también la producción de la diferencia sexual y de las identidades binarias propias del régimen político heterosexual. La pastilla anticonceptiva es el claro ejemplo de una tecnología de poder que tiende a producir subjetividades heteronormativas, la cual cumple la función de presentar la ilusión de la naturalidad por medio de la menstruación.

El otro caso es el del Viagra, tecnología de poder que va dirigida a producir masculinidades que se autoafirman en la performatividad del acto sexual, siendo lo masculino una ficción que debe ser reproducida por una serie de procesos performativos, los cuales se centran en la ligazón de la virilidad con el sostenimiento de una erección. Esta centralidad de los genitales responde a un modelo de la sexualidad moderno que se reconoce en la reducción del placer en los órganos genitales, los cuales terminan por ser objetos de formas de gobierno farmacopornográficas. Las sociedades de control ya no necesitan disciplinar a los cuerpos mediante tecnologías que operan desde el exterior, lo que no significa su desaparición, ya que opera el ejercicio de poder mediante mecanismos microprostéticos y tecnologías digitales. El despegue de Preciado en relación al marco teórico deleuziano consta de una mayor profundización de los mecanismos y dispositivos de control de la subjetividad, así como también expone las condiciones de posibilidad de las prácticas de resistencia, abordando el hecho de que la plasticidad de la producción de subjetividad por los dispositivos de control permite repensar las formas de resistencia y de constitución de identidades disidentes.

Mientras que Preciado analiza el proceso de resistencia por parte de micropolíticas de género, Díaz analiza el carácter de la sociedad de control a partir de las grietas que se hacen presente por el proceso de “[…] deconstruir el control tratando de atisbar sus rajaduras, sus grietas, sus imprecisos bordes. Encontré fisuras vergonzantes y otras liberadoras. Descontroles destructivos y otros creativos”.[30] La lectura de las grietas de la sociedad de control permite pensar a dicha sociedad como más abarcativa que la lectura de Preciado sobre una doble tecnología de poder (farmacéutica y pornográfica), reconociendo, tal como lo hace Deleuze, que el ejercicio de control no pasa necesariamente por estructuras que responden a una lógica de encierro, sino que lo novedoso de este tipo de dispositivos de control es que se hacen presentes al aire libre, ya que a diferencia de las tecnologías disciplinarias que estudió Foucault:

Ahora se trata de un control continuo e instantáneo, intensificado por tecnología sofisticada que traspasa el régimen de asilo. La sociedad disciplinaria ha desembocado en una sociedad de la pantalla, computadoras, televisores, teléfonos celulares, radares, sofisticados diagnósticos médicos, aparatos de medición, detectores de metales. En suma, la realidad examinada por monitores.[31]

 

Lectura Foucaultiana

Los estudios foucaultianos referentes a las tecnologías de gobierno y la biopolítica son la otra vertiente que funciona como antecedente teórico de Preciado. El texto Testo Yonqui en su subtítulo hace mención clara al concepto de biopolítica, pero en el desarrollo de su tesis farmacopornográfica hace alusión directa al mismo como una de las características propias de un régimen predecesor del farmacopornográfico, el cual lleva por nombre el de régimen somatopolítico disciplinario-biopolítico. Para poder comprender el alcance del término biopolítica es necesario adentrarse en dos textos claves del filósofo francés con la intención de remarcar las transformaciones en el ejercicio del poder en la sociedad europea:

Pensando en las transformaciones de la sociedad europea de finales del siglo XVIII, Foucault describe el paso de lo que él llama una ‘sociedad soberana‘ a una ‘sociedad disciplinaria’ como el desplazamiento de una forma de poder que decide y ritualiza la muerte a una nueva forma de poder que calcula técnicamente la vida en términos de población, salud e interés nacional. Foucault llama biopoder a esta nueva forma de poder productor, difuso y tentacular.[32]

La primera aproximación a una concepción del poder en clave no jurídico que desarrolla Foucault la hará en su célebre texto Vigilar y castigar, donde el autor francés desarrolla un análisis historiográfico de la tecnología carcelaria y la modificación de la vigilancia y el castigo. En dicho trabajo va a desarrollar su concepto de disciplina en relación a una tecnología que tiene como centro al cuerpo: “[…] a estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad es a lo que se puede llamar disciplina”.[33] En la breve oración que hace referencia a la disciplina se expresan dos aspectos centrales para comprender el alcance de la mencionada tecnología: sujeción y docilidad-utilidad. Las tecnologías disciplinarias son tecnologías propias de los sistemas de encierro, tal como lo es la cárcel, operando sobre los cuerpos individuales a partir de una sujeción de fuerzas, con la finalidad de producir en ellos una disposición de docilidad, es decir, de control de sus fuerzas y el encaminamiento a convertir a dichos cuerpos en objetos con sentido de utilidad.

En el desarrollo teórico de la tecnología disciplinaria se hace presente una nueva diagramación del poder que difiere sustancialmente de la concepción soberana: el poder en la sociedad disciplinaria tiene efectos productivos, operando directamente sobre el cuerpo: “[…] su educación, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos, todo ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas: anatomopolítica del cuerpo humano”.[34] El término que funciona como sintetizador de dicho ejercicio de poder se corresponde al de anatomapolítica, término que difiere del de biopolítica en cuanto al centro al que va dirigido, ya que si el primero hace referencia al cuerpo individual, el segundo, el de biopolítico, se orienta a la población en cuanto diagramación del poder en clave de intervención y regularización de la vida. En resumida cuenta se aprecia lo siguiente:

Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida. El establecimiento, durante la edad clásica, de esa gran tecnología de doble faz —anatómica y biológica, individualizante y especificante, vuelta hacia las realizaciones del cuerpo y atenta a los procesos de la vida— caracteriza un poder cuya más alta función no es ya matar sino invadir la vida enteramente.[35]

Este poder que invade la vida es el biopoder, el cual caracteriza lo que Preciado ha dado en llamar sexopolítica “[…] siguiendo las intuiciones de Michel Foucault, Monique Wittig y Judith Butler a una de las formas dominantes de esta acción biopolítica que emergen con el capitalismo disciplinario”.[36] El desarrollo de la hipótesis productiva del poder y la noción de biopolítica le han permitido al filósofo español el diseño de una perspectiva teórica que tomará como centro el gobierno de la sexualidad, cuestión que lleva a preguntarse por qué se puede hablar de dicho objeto de estudio como primordial en relación a las prácticas de normalización y producción de las identidades sexuales. Para poder responder satisfactoriamente a la intención teórica que propone Foucault, y sobre la cual continúa trabajando Preciado, recurriremos a Díaz en su texto La sexualidad y el poder donde la filósofa argentina analiza la relación entre ambos conceptos a partir de una revisión de los postulados foucaultianos en relación a una pregunta por las condiciones históricas de la sexualidad:

La palabra ‘sexualidad’ aparece recién en textos del siglo XVIII. En ese tiempo se comienza a gestar lo que hoy entendemos por sexualidad. Es decir, un conjunto de prácticas, sobreentendidos, palabras, miradas, normas, reglas y discursos relacionados con el deseo, la genitalidad, los orificios, las eminencias y las mucosas. Las significaciones se hacen extensibles al cuerpo en general. También a animales y objetos. El imaginario de la sexualidad alcanza asimismo a ciertas músicas, figuras, colores y ademanes. Tiene que ver con algunos ruidos, susurros, gritos, secreciones, silencios. Se prolonga en perfumes, olores, temperaturas y texturas. Antes existió el concepto de carne, categoría producida por los discursos y las prácticas del cristianismo. Y antes aún, entre los paganos, existía la problemática de los placeres. Uso de los placeres, carne y sexualidad son, entonces, distintas constituciones históricas de la construcción social del deseo.[37]

Por tanto, la sexualidad es histórica en cuanto es un campo habilitado por determinadas prácticas y discursos propios de una determinada época histórica, la cual conforma lo que se podría denominar como imaginario social. Es por ello que Foucault en sus textos Historia de la sexualidad. El uso de los placeres[38] e Historia de la sexualidad. La inquietud de sí[39] se aboca en modificar el plan de trabajo inicial, ya que no pudo encontrar un hilo de continuidad en lo que se podría denominar como sexualidad, ya que como hemos citado anteriormente, es un término que aparece en textos del siglo XVIII. Es importante reconocer este aspecto, porque es allí donde el estudio de Preciado cobra sentido, en cuanto analiza el régimen somatopolítico farmacopornográfico a partir de sus mecanismos bifrontales (tecnología farmacológica y pornográfica) de la producción de la identidad sexual. Ya Wittig había abordado la problemática cuando hizo referencia a la heterosexualidad como un régimen de producción de la diferencia, y Preciado, siguiendo el esquema foucaultino, profundizó el marco teórico aportando los conceptos de ficciones políticas a las identidades masculinas y femeninas. Esta perspectiva historicista de la sexualidad y por ende de la identidad sexual, le permiten al filósofo español el diseño del término de sujeto ficcional para hacer referencia a la constitución de los sujetos.

GUSTAV KLIMT, “DANAE” (1907)

En relación a la perspectiva productiva del poder, el biopoder, se anuda otro de los elementos que funcionan como base teórica para la elaboración de la categoría de régimen somatopolítico farmacopornográfico: la noción de tecnología. Cuando Foucault aborda el problema de la disciplina, reconoce en el ejercicio de dicha operación la constitución de una tecnología específica que tiende a sujetar y producir docilidad en los cuerpos sobre los que trabaja. La tecnología en el pensamiento de Foucault se distingue por su particular forma de operar sobre sus objetos, la cual posee la característica de actuar en relación a una producción de “verdad”. Foucault[40] reconoce a la tecnología no sólo como una forma en específica de producir sujetos, como es el caso de la tecnología carcelaria que produce al sujeto preso, sino también las reconoce en su amplitud, en cuanto dispositivos de poder, como lo es el dispositivo de la sexualidad y la forma individualizante y social en la que el biopoder se centra a invadir el ámbito de la vida. Por ello no podemos hablar de una tecnología de gobierno, sino de tecnologías que se articulan a partir de una racionalidad que diagrama el conjunto de las relaciones de poder.

Siguiendo el camino trazado por la filosofía de Foucault sobre las tecnologías, no sólo se toma como base teórica el sentido productor de subjetividades que es inherente a la puesta en práctica de la tecnología, sino también su papel disruptivo en su reapropiación de la misma. Foucault desarrolla dicha reapropiación de la tecnología a partir de su giro ético en sus investigaciones, la cual se centra a finales de la década de los años setenta del pasado siglo, en donde reconoce la posibilidad de una auto-imposición de obligaciones que funcionarían como contraconductas. Ya en su texto Manifiesto contrasexual Preciado hará mención a las tecnologías de resistencia como “[…] la contra-productividad, es decir, la producción de formas de placer-saber alternativas a la sexualidad moderna”.[41] Las tecnologías de resistencia permiten abrir un camino para no caer en la circularidad del poder-modos de subjetivación, dando paso a una lectura de posibilidad de superación de las relaciones de opresión mediante una inversión del funcionamiento de la tecnología. La era farmacopornográfica presenta dos tecnologías de producción de la subjetividad: la tecnología farmacológica y la audiovisual territorialzada en la pornografía. Es frente a estos dos tipos de tecnologías, las cuales a su interior conviven con una multiplicidad de tecnologías de gobierno de la subjetividad, que se desarrollan formas de resistencia que van desde el post-porno hasta la práctica que lleva adelante Preciado en su micropolítica de autointoxicación para derrumbar los pilares de normalización de la sexualidad con el uso del Testogel.

La presente investigación ha tenido como eje analizar los puntos de contacto entre la categoría de régimen somatopolítico farmacopornográfico y la filosofía de Deleuze y Foucault. Sobre el primer autor se trabajó sobre la noción de sociedades de control, en el desarrollo que hiciera Deleuze sobre el paso de una determinada sociedad, la disciplinaria, a una sociedad donde las formas opresivas asumen una ampliación tecnológica (nuevas máquinas complejas) y una superación del encierro propio de la sociedad disciplinaria. A partir de este desplazamiento que se hace presente en la sociedad de control, las nuevas tecnologías tienen un carácter de producción de la subjetividad mediante tecnologías microprostéticas. La otra vertiente, la foucaultiana, se hace expresa mediante el desarrollo de la hipótesis productiva del poder de la cual se desprende la noción de disciplina y biopolítica, así como también la noción de tecnología. Preciado codificará dichas categorías en la perspectiva de una tecnología de resistencia como forma de oponerse al diagrama de poder en la era farmacopornográfica, como también en concepción de las tecnologías del cuerpo y de la representación como formas en las cuales el biopoder invade la vida, regulándola mediante la producción y normalización de subjetividades, y por ende, de la identidad sexual.

 

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  24. Žižek, S., La permanencia de lo negativo, Buenos Aires, Egodot, 2016.

 

Notas

[1] Cfr. Wittig, M., El pensamiento heterosexual y otros ensayos, ed. cit.
[2] Cfr. Hobbes, T., Leviatán o la materia, forma y poder de un Estado eclesiásticos y civil, ed. cit.
[3] Cfr. Rousseau, J., El contrato social, ed. cit.
[4] Wittig, Op. cit., p. 71.
[5] Beauvoir, S., El segundo sexo, ed. cit.
[6] Preciado, P., “Devenir bollo-lobo o cómo hacerse un cuerpo queer”, ed. cit.
[7] Cfr. Sicerone, D., “Entre feminismo y posfeminismo. El problema del sujeto”, ed. cit.
[8] Cfr. Žižek, S., La permanencia de lo negativo, ed. cit.
[9] Castro-Gómez, S., Revoluciones sin sujeto, ed. cit., p. 18.
[10] Nietzsche, F., La Genealogía de la moral, ed. cit., p. 24.
[11] Idem.
[12] Cfr. Preciado, P., Testo Yonqui. Sexo, drogas y biopolítica, ed. cit.
[13] Cfr. Preciado, P., ¿La muerte de la clínica?, Museo Reina Sofía. Esta conferencia se encuentra disponible en youtube: https://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs
[14] Foucault, M., Historia de la Sexualidad I. La Voluntad de Saber, ed. cit.
[15] Cfr. Virno, P., Gramática de la multitud, Madrid, ed. cit.
[16] Cfr. Hardt, M., Y Negri, T., Imperio, Massachusetts, ed. cit.
[17] Cfr. Lyotard, J., La condición posmoderna, ed. cit.
[18] Cfr. Berardi, F., Generación post-alfa, ed. cit.
[19] Cfr. Nietzsche, F., Así hablaba Zaratustra, ed. cit.
[20] Cfr. Foucault, M., Historia de la sexualidad. El uso de los placeres, ed. cit.
[21] Preciado, P., Testo Yonqui. Sexo, drogas y biopolítica, ed. cit., p. 275.
[22] Deleuze, G., Posdatas sobre las sociedades de control, ed. cit.
[23] Cfr. Žižek, S., El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, ed. cit.
[24] Deleuze, G. Op. cit., pp. 115-116.
[25] Preciado, P., Op. cit., p. 70.
[26] Ibid., 72.
[27] Deleuze, G., Op. cit., p. 118.
[28] Ibid., p. 119.
[29] Preciado, P., Op cit., p.72.
[30] Díaz, E., Las grietas del control, ed. cit., p. 45.
[31] Ibid., pp. 15-16.
[32] Preciado, P., Op cit., p. 63.
[33] Foucault, M. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, ed. cit.
[34] Foucault, M., Historia de la Sexualidad I. La Voluntad de Saber, ed. cit., p. 83.
[35] Idem.
[36] Preciado, P., Op cit., p. 64.
[37] Díaz, E., La sexualidad y el poder, ed. cit., p. 60.
[38] Cfr. Foucault, M., Historia de la sexualidad. El uso de los placeres, ed. cit.
[39] Cfr. Foucault, M., Historia de la sexualidad. La inquietud de sí, ed. cit.
[40] Cfr. Foucault, M., Historia de la Sexualidad I. La Voluntad de Saber, ed. cit.
[41] Cfr. Precado, P., Manifiesto contra-sexual, ed. cit.